Hemos sostenido, en contra de la opinión dominante en los economistas venezolanos, que en la actual problemática macroeconómica, “la anomalía mayor se encuentra en la sobredimensión, derroche y politización del gasto público”. Hemos sostenido, en contra de la opinión dominante en los economistas venezolanos, que en la actual problemática macroeconómica, “la anomalía mayor se encuentra en la sobredimensión, derroche y politización del gasto público”.

En la solución, entonces, no puede ser que no se incluya acciones diversas respecto al problema principal y relacionados. Es lo que me dice mi viejo método de análisis de problemas de alto gobierno y formulación de respuestas gubernamentales, formulado en los ’90 para la GTZ alemana.

Por ello, hemos planteado que en el Programa de Ajustes y Reformas que debe apuntar a la problemática precisa presente –no a la intención fiscalista del régimen-, debemos preocuparnos por un programa detallado de optimización del gasto, para lo cual, “recortar y reasignar su gasto (estatal, no solo gubernamental) y su uso de divisas” y “la consolidación –permanente, no casuística- de sus fondos en divisas”.

Es más que eso, en una visión de síntesis de las cosas: es cortar y reasignar gasto estatal (presupuestario y extrapresupuestario), racionalizar el uso de divisas, abandonar el pernicioso menú de financiamiento estatal y dirigir acciones y recursos al logro de la sostenibilidad del modelo económico, agotado y sin viabilidad, que no sea, como hemos mostrado, por la vía de la austeridad forzada de modo totalitario.

Hay dos barreras al propósito: una, el esquema controlador y expoliador del régimen -no reconocido o comprendido por muchos y soslayado por otros- partidario de un programa fiscalista empobrecedor; otra, de orden cultural y técnico: la errada opinión de muchos economistas en el sentido del impacto recesivo de recortes al gasto actual.

Sobre lo primero, vale la última posición conocida del régimen, después de múltiples vacilaciones sobre el “qué hacer”, expresada el martes 26 por el propio Nicolás Maduro, la cual debe ser analizada en sus implicaciones. Nos ayuda a saber por dónde, en la exigente situación actual, anda la extraviada bitácora del régimen en el campo de la política económica.

Que Maduro no reconozca que la política ha estado errada es ya un problema mayor. Que señale que las “cosas que corregir” andan en los terrenos de una supuesta “guerra económica” nos remite a mayores controles y represión. Que siga sacralizando los controles de precios y de cambio es una reafirmación de lo anterior. El control estatal de la economía seguirá campante. Y la destrucción, ruina y entrega serán mayores.

Domina, entonces, en medio de vacilaciones, el escenario que llamo “La Nueva Cuba”, el cual, tal como lo sugería hace poco, consiste en “la continuación de lo actual, que trajo el agotamiento (del modelo imperante), o (…) su profundización, que nos situará por detrás de Cuba”.

El régimen va a hacer una apuesta dura. Pues, a nosotros –con una sociedad clara- nos tocaría también jugar duro: un Programa de Reformas y Ajustes que corrija la distorsión mayor: el estatismo. Decíamos, varias semanas atrás, que esa vía reformista es también de la conveniencia del régimen, en términos de su largo plazo.

Frente a lo dicho, es obligante plantear que corregir las principales distorsiones señaladas al principio de este artículo resulta manejable, lo cual expondremos a continuación.

Sin agotar los planteamientos, vale, en lo conceptual, las referencias, en diversas fuentes, a la mala calidad del gasto público venezolano y a las experiencias, en otros casos nacionales, de recortes del gasto que no solo no han significado impactos recesivos, sino que, incluso, todo lo contrario, fases virtuosas de crecimiento, resultantes de la mejora de la calidad de ese gasto.

En lo práctico, vale la referencia a la práctica del “Cato Institute”

norteamericano, en su página “Downsizing the Federal Government”, que consiste en una guía para el recorte del presupuesto gubernamental, ministerio por ministerio. Resulta una forma apreciable de control social sobre la variable gasto, de indudable importancia.

De igual forma, la acción permanente del Instituto ante la opinión e instancias estatales en la discusión de la conveniencia de la apropiada definición de la acción gubernamental, incluso con ejemplos reales.

No tengo ninguna duda sobre el valor estratégico de iniciativas como ésas en Venezuela (¿podría asumirla CEDICE?), país limitado severamente por el estatismo reinante en lo más profundo de la conciencia de todos y no solo de los políticos y gobernantes.

La disyuntiva macroeconómica nacional actual está clara: una acción fiscalista empobrecedora o un programa de reformas y ajustes facilitador. ¿Por cuál optamos?

* Santiago José Guevara García (Valencia, Venezuela) / sjguevaragarcia@gmail.com / @SJGuevaraG1

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Santiago José Guevara García*

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