El régimen olvida que la gasolina es incendiaria. No solo inicia la fase explícita de su continuo “paquetazo” con un tema candente, sino que lo hace de la peor manera: mintiendo acerca de la realización de un “debate” sobre el asunto y descubriendo su única intención: aumentar sus ingresos. El régimen olvida que la gasolina es incendiaria. No solo inicia la fase explícita de su continuo “paquetazo” con un tema candente, sino que lo hace de la peor manera: mintiendo acerca de la realización de un “debate” sobre el asunto y descubriendo su única intención: aumentar sus ingresos.
Pues, no habrá debate, ni sobre gasolina, ni sobre paquete. Lo que queda es fijar posición. No solo sobre lo que pretende el régimen, sino sobre lo que realmente resulta necesario al país todo, incluido él. Y a eso voy.
Lo que pretende el régimen es un ajuste fiscalista empobrecedor. En vez de cortar su caótico, descontrolado, excesivo, ineficiente y politizado gasto estatal (no solo el convencional gasto gubernamental, sino una “diarrea” de gasto extrapresupuestario discrecional), va a privilegiar medidas y reformas que aumenten sus ingresos.
Eso, lo que significa es devaluaciones, alzas de precios, tarifas e impuestos y nueva deuda externa cara. Y como consecuencias, más y mayor recesión y menor bienestar social. Con algo que el régimen elude ver: mayores riesgos sociales, políticos y militares. Podrá salir del colapso fiscal y cambiario actual, pero se ahondará el problema nacional y aumentará la incertidumbre.
Lo que toca es, entonces, -y fijamos posición- un programa de ajustes y reformas asertivo respecto a lo específico de la precisa problemática económica presente hoy. Muy compleja y difícil, por lo demás.
Algo debe quedar claro: no puede ser para seguir alimentando el actual modo de gasto estatal y para agenciar más divisas a un Estado dispendioso, sino para salir, satisfactoria y permanentemente, del colapso y el caos y para cambiar las condiciones de involución productiva –recesión al menos hasta el año que viene- e iniciar acciones de promoción en ese campo.
Tal como declaramos este semana, eso “obliga a un programa integral coherente, para el cual se deberá considerar un conjunto amplio de medidas –entre ocho y diez- que debería tener el énfasis en el núcleo duro del problema: el gasto estatal, el uso de las divisas y el menú de financiamiento de esos gastos”.
Hicimos el trabajo de ordenar ese conjunto de decisiones. Dijimos que “para iniciar la tarea, el Estado debe acoger lo más viable e inmediato”. Lo cual ponderamos por la vía de una evaluación multicriterios, con base en unos cinco requisitos decisionales. Pero, además, con base en la “voluntad de mejorar”.
Esas primeras medidas son: 1) “la consolidación –permanente, no casuística- de sus fondos en divisas”, 2) “un programa detallado de optimización de su gasto, para lo cual, (…) “recortar y reasignar su gasto (estatal, no solo gubernamental) y su uso de divisas y 3) “el montaje de un dispositivo de políticas y reformas que apunten al fomento a la economía productiva, incluyendo el petróleo”.
Y decíamos que “No hay posibilidad ninguna de éxito a ningún programa de ajustes, sin cambios en el gasto y sin manejar escenarios productivos”. Y en esto nos ceñimos estrictamente al caso en manos. No se trata de un tema de largo plazo; ni siquiera, transicional. Respondemos al preciso momento de urgencia de decisiones de política económica. Para ello, claro que hay más de un escenario y debo decir que los tenemos. Pero, no es el punto ahora.
Después de las medidas iniciales –muy distinto al inicio fiscalista incendiario propuesto- “será posible y más fácil” ir: 4) “a los aumentos de precios de los productos controlados y la gasolina”, 5) “avanzar cambios tributarios, dentro de lo cual podrá considerar reformas selectivas en el Impuesto sobre la Renta”; 6) “la corrección de la sobrevaluación de la moneda”; 7) “el cese del financiamiento del Banco Central al gobierno y empresas públicas”; 8) “la unificación del tipo de cambio oficial –quedará el paralelo-” y 9) “la normalización del uso de la política monetaria”.
Y, entonces, “Solo después (de) conocidas las anteriores medidas, resultará lícito que el régimen nos plantee ir a una emisión de nueva deuda externa cara, en razón del alto riesgo país, que es la medida que en realidad se esconde tras eufemismos como “reperfilamiento” o “el alargamiento del vencimiento”, que menciona el régimen”.
También dijimos que “Puede ser, incluso, que en las condiciones actuales, ese nuevo financiamiento sea inevitable. Pero, que lo sea después que el propio Estado haya ajustado su gasto y su uso de divisas”.
En lo anterior hay una posición. La he entregado al Decano Hamidian, de FACES-UC, para su presentación a los firmantes de la “Declaración de Bárbula”. Sostengo que en la discusión actual faltan el buen diagnóstico y la asunción de posiciones.
Nosotros, sin que hayamos agotado el tratamiento del caso, cumplimos con nuestro aporte. Ojalá sirva de pivote para el debate. Somos claros: el régimen inició mal. Debió presentar su propuesta integral. Prefirió lo candente. Y le echó gasolina.
* Santiago José Guevara García
(Valencia, Venezuela)
[email protected] / @SJGuevaraG1