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EL NUEVO MODO

Eslabón

Hay un eslabón faltante en la política opositora venezolana. Hay líder y voluntad colectiva, una alianza partidista amplia, creciente reconocimiento como fuerza, votación chavista volcada hacia el centro, etc. Hay un eslabón faltante en la política opositora venezolana. Hay líder y voluntad colectiva, una alianza partidista amplia, creciente reconocimiento como fuerza, votación chavista volcada hacia el centro, etc. Pero, en la situación actual está entrampada. Falta un eslabón. Más adelante lo referiremos. Mientras tanto, analicemos.

La oposición, ni tiene una estrategia en la calle para viabilizar su reclamo actual, ni dispone de un Plan “B”; o sea, una ruta distinta de cambio, en el caso, casi seguro, de fracaso de sus recursos ante el TSJ. Ya algunos reconocen a Maduro y andan, sin aprender de las recientes experiencias, en nuevos afanes electorales, sin plantearse demandas de cambio institucional. Por si no lo han considerado, eso es una rendición.

La oposición democrática venezolana requiere, con urgencia, mayor fuerza analítica para entender la situación y perspectivas del país y mayor profundidad estratégica para entender cuáles pueden ser las diversas salidas posibles a la compleja situación que enfrentamos.

Por su lado, la capacidad del régimen está mermada por sus limitaciones en asuntos medulares: legitimidad (tanto de desempeño, como de origen), gobernabilidad, credibilidad, reconocimiento, futuro, recursos, etc. Y excepto el oportunista diálogo crematístico salvador, lo que muestra es su vocación violenta.

La problemática nacional es, entonces, amplia y profunda. Y por ninguna parte aparece la “solucionática”. La cual, por cierto, no es solo electoral, como muchos piensan. Mucho menos, carismática. Es bastante más que eso.

En lo general, la política nacional se desplaza a otras coordenadas: lo que he llamado una nueva mayoría, la cual “aún no se ha visualizado a sí misma (y) tampoco ha sido convocada por el liderazgo”. Muy probablemente surgirá un sector complementario, con otras aproximaciones y aportes a la estrategia necesaria. Esas actitudes, conductas y agenda alternativa son, de manera urgente, necesarias.

Y lo son porque el régimen patológicamente personalista perdió su hegemón y agotó sus posibilidades y recursos –excepto en un cambio radical de modelo-, mientras que la oposición no ha pasado de confiar en sus reclamos. Con ninguna de las dos cosas se come. El primero está vacío de reconocimiento y capacidades institucionales; la otra es presa de sus limitaciones conceptuales y estratégicas.

La nueva mayoría silente cuenta con mayores espacios y posibilidades de actuación. Hay términos-clave que se le asocian: reconciliación (sin sacrificio de la justicia, que tendrá que ser transicional), diálogo honesto y constructivo, construcción de una unidad nacional que traspase las dos parcelas en que se ha segmentado el país, recomposición o reconstrucción del tejido institucional, asunción conjunta de la solución a los inmerecidos problemas en el plano del bienestar y en la calidad prestacional del Estado, replanteamiento del doloroso tema de la soberanía e independencia nacional y un largo etcétera.

Si la mirada estratégica frente a esa situación es profunda y de alto vuelo, se deberá reconocer la prioridad de la recomposición del tejido institucional. Es lo mismo que establecer las nuevas reglas del juego nacional (no necesaria, ni convenientemente, desde cero). Eso no es otra cosa, sin que tenga que asociarse con eslóganes del pasado, que el logro de un nuevo pacto social básico. Venezuela, como nación, está rota. Y hay que recomponerla. Eso es lo que llamo un nuevo pacto.

Hay un problema: muchos no ven la recomposición como tema de agenda. La onda de voluntad de cambio institucional que despertó Chávez desde 1997 (lo seguía en mis estudios de prioridades de acción de gobierno de la época), se disipó. Se mantiene, con firmeza, en sectores radicales oficialistas, hacia una profundización violenta del proceso. No existe en la MUD (lo de ellos, incluido Capriles, es la solución carismática weberiana). La Mesa niega una posibilidad constituyente, por ejemplo. Y Capriles se opone tajantemente a una transición a la democracia.

Recuperar una institucionalidad efectivamente nacional, y no de uno de sus segmentos políticos, es el primer componente del eslabón faltante. Los chavistas que no votaron por Maduro son un cambio. La esencia de una oposición madura y amplia de criterio debe ser el cambio. La metáfora del cambio nos une.

El menú para procurarlo es amplio: 1°) nuevas leyes (en los temas de la descentralización y la municipalización, por ejemplo), 2°) enmiendas o reformas constitucionales (para eliminar la reelección indefinida, o para lotes de temas, como la restitución del Senado, la elección del vicepresidente, un nuevo fuero para los gobernadores y alcaldes, etc.), 3°) un nuevo tribunal constitucional (no una nueva sala, sino un tribunal autónomo), 4°) la mejora en las condiciones y acción de los tribunales correspondientes a lo público, 5°) la depuración de la jurisprudencia, 6°) una convocatoria constituyente y 7°) diversos tipos de acuerdo de gobernabilidad alrededor de un Proyecto de País. Resulta absolutamente posible lograr acuerdos parciales dentro de ese menú. No puede ser un juego de todo o nada.

Falta la otra pieza: cuál liderazgo para esa agenda. Ni el radicalismo totalitario en el chavismo, ni el colaboracionismo en la oposición caben. Se requiere un tipo especial de moderados de lado y lado. Moderación para reconocer al otro y las soluciones requeridas. Aunque radicalismo democrático en la profundidad de esas soluciones.

Lo anterior, que quede claro, no alude personas, sino actitudes y conductas. Todo el que se sienta parte de la nueva mayoría y comparta el análisis de la situación, el propósito y la agenda, tiene cabida. Mucho más, en el caso de un proceso constituyente, no como el de Chávez (nada representativo, presidencialista, de bases comiciales amañadas, etc.) y negado por la MUD, sino democrático, de procura de consensos amplios, representativo de todos los sectores nacionales, favorable a las instituciones firmes y duraderas, etc.

En el país, las cartas no están echadas. No cabe fatalismo alguno. Toca hacer lo que creamos necesario. Hay una reordenación silente de fuerzas. Se asoma un liderazgo compartido. La agenda ya se comienza a vislumbrar. La procura de consensos se hace crucial. Los mecanismos de reinstitucionalización los hemos mencionado. Estamos frente a un momento transicional. Toca reconocerlo, asumirlo, proclamarlo y gestionarlo. ¿Quién dijo miedo? ¡Arriba la nación venezolana!

Santiago José Guevara García

[email protected] / @SJGuevaraG1

José Ángel Ferreira García

(Vicerrector de la Universidad de Carabobo)

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