“Estamos parados en un campo minado, apuntados por muchos”. Es la metáfora usada en nuestro artículo anterior, para referir el aspecto más preocupante de la precisa situación actual de Venezuela. Para muchos, ni tan metáfora. “Estamos parados en un campo minado, apuntados por muchos”. Es la metáfora usada en nuestro artículo anterior, para referir el aspecto más preocupante de la precisa situación actual de Venezuela. Para muchos, ni tan metáfora.
Un impúdico jefe de Estado; la tutela del sátrapa criminal Fidel Castro; una cúpula militar con voceros que plantean abiertamente que no reconocerán otro mando que el de Chávez (o sea, de ellos mismos); paramilitares institucionalizados (la Milicia, V° componente de la Fuerza Armada); un desaforado armamentismo sin ninguna razón geopolítica; muchísimos cubanos, iraníes y de otras nacionalidades, como personal de confianza; “colectivos” armados (solo una zona de Caracas tiene cerca de cien); muchas armas en manos de civiles; un extenso “lumpen” como parte del “bloque histórico”; actividades ilícitas transnacionales; delincuencia desbordada; etc., en verdad no son una metáfora. Son el polvorín que hoy es Venezuela. Y recuerden: hablamos de un país con un botín de más de cien millones de dólares diarios.
Agréguese que de parte de la oposición institucional –o sea, partidista- agrupada en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), no ha habido una estrategia de contención de los procesos que han permitido las situaciones referidas. Su manejo es de un simplismo, frente a lo descrito, según el cual todo se resuelve el día de las elecciones presidenciales. Crasa ignorancia o modos “complacientes”. Ustedes concluyen bien si piensan que Hugo Chávez y su régimen han tenido, entonces, manos libres para un largo derrape hacia un cada vez mayor totalitarismo, condimentado con ilícitos, que anulan, por muchas vías, posibles iniciativas de solución. Los más de cien millones diarios permiten “resolver” a muchos.
Tampoco, excepto por el albur de una reciente iniciativa de los estudiantes universitarios, en conocida confrontación con la cúpula de la MUD, ha habido una estrategia de diferenciación de la oposición respecto al pésimo desempeño del régimen. La mayoría de los voceros políticos y precandidatos opositores, de hecho emulan las ejecutorias de Chávez o evaden el contraste. Sólo el reciente debate realizado en ambiente universitario ha permitido el surgimiento de lo que llamo “voces alternas” al quietismo y conformismo de la oposición en su necesaria demostración de superioridad cualitativa.
Dentro de esas “voces”, algunas refieren lo antes expuesto por nosotros. No sólo eso: una de ellas asumió la iniciativa de plantar un inmenso disuasivo a los desmanes ‘chavistas’. Lo hizo por la vía jurisdiccional internacional para delitos de orden penal. La reacción de la oposición institucional ha ido desde la descalificación hasta el desprecio, pasando por la evasión, vaciando de significado y valor el recurso de contención de los desmanes ‘chavistas’, un pésimo cálculo político respecto al conflicto presente.
Nuestra posición, entonces –está en nuestro libro, respecto a momentos iniciales del proceso- es que Venezuela enfrenta hoy un gravísimo problema -político, militar, delincuencial, violento- que puede anular todo esfuerzo electoral –la política opositora institucional es puramente electoralista- e incluso político, si la gestión política no internaliza válidamente la realidad que enfrentamos.
Realpolitik ante el “argumento” de las armas; licencia generalizada para el festín de la inmensa riqueza nacional; dirigencia política agotada históricamente; beneficios de una intranquila, pero beneficiosa cohabitación para los aparatos partidistas; gran despojo nacional por una entente de factores rentistas nacionales e internacionales; etc. Lo que sea, incluso todos los factores juntos, llaman a una atención política inteligente de los problemas de hoy y la cruda preparación de cada uno de los pasos progresivos de una completa recuperación del país.
Ya no estamos para creer en “pajaritos preñados”. No es un tema electoral. Es profundamente político y social. Requiere más que deseos. Hay que asumir hoy una ingente tarea de comprensión. Existe un nudo duro de problemas riesgosos que exigen gestión también dura. Toca comprender bien, para actuar mejor.
* Santiago José Guevara García
(Valencia, Venezuela)
[email protected] / @SJGuevaraG1