Raúl Castro se despide este jueves de la Presidencia. Cuba pasa página a 60 años de Revolución y se adentra en un nuevo capítulo de su historia que, previsiblemente, corresponderá escribir a la segunda generación del Partido Comunista Cubano (PCC) sin que nadie sepa qué le depara el futuro a la isla caribeña.
Raúl Castro se despide este jueves de la Presidencia. Cuba pasa página a 60 años de Revolución y se adentra en un nuevo capítulo de su historia que, previsiblemente, corresponderá escribir a la segunda generación del Partido Comunista Cubano (PCC) sin que nadie sepa qué le depara el futuro a la isla caribeña.
La transición política empezó en realidad el pasado 26 de noviembre y se ha desarrollado estos meses a través de un largo y complejo proceso electoral en el que organizaciones oficialistas han ido filtrando a los candidatos y finalmente diputados de las asambleas a nivel municipal, provincial y nacional construyendo un castillo de naipes.
Los 605 diputados decantados en este proceso tomaron posesión de sus escaños en una sesión iniciada este miércoles que concluirá hoy jueves con la renovación del Consejo de Estado, el órgano que ostenta el Poder Ejecutivo en Cuba, formado por un presidente, que ejerce de jefe de Estado y de Gobierno, un primer vicepresidente, cinco vicepresidentes, un secretario y otros 23 miembros.
Una vez constituida la nueva Asamblea Nacional, la Comisión de Candidaturas nominó a 31 personas para integrar el Consejo de Estado, si bien la decisión corresponde a los diputados, que votaron el mismo miércoles en secreto para ratificar estos nombres o elegir otros. El resultado se conocerá este 19 de abril. Está previsto que los elegidos juren hoy sus cargos.
Este ritual, que otras veces ha pasado inadvertido, reviste en esta ocasión una importancia histórica porque Raúl Castro, actual presidente del Consejo de Estado, cederá el testigo tras agotar dos mandatos consecutivos de cinco años cada uno, tal y como prometió en 2013, ante la sorpresa de los propios cubanos y la comunidad internacional.
Castro, de 86 años, argumentó entonces que «es aconsejable establecer edades máximas para ocupar esas responsabilidades» porque cuando se alargan las estancias en el poder «los resultados nunca son positivos». «No voy a llegar a tatarabuelo (…) Se van a aburrir los cubanos de mí», dijo.
Miguel Díaz-Canel, un civil que no vivió la Revolución y actual primer vicepresidente, ha sido nominado para presidir el Consejo de Estado, es decir, para suceder a Raúl. Solo se sabe que es un ingeniero de 57 años muy vinculado al PCC pero no a los todopoderosos militares. Públicamente ha apostado por la «continuidad». «Yo no concibo las rupturas en nuestro país», declaró tras votar el 26 de noviembre.
«Sin prisa pero sin pausa»
Estos diez años de Gobierno se han caracterizado por un ímpetu reformista al que, pese a su convicción revolucionaria, se vio forzado por la pérdida del socio venezolano y la consecuente agudización de una crisis económica que el país no ha conseguido remontar desde la caída de la Unión Soviética.
Raúl alumbró en 2011 una receta anticrisis en la que por primera vez desde 1959 se suavizaba el control estatal de la economía con la introducción de elementos capitalistas. Los cubanos ya podían comprar y vender casas y coches, y montar sus negocios como ‘cuentapropistas‘, sobre todo restaurantes y pequeños albergues para el turista.
También dio acceso a Internet, aunque limitado, porque solo hay conexión en algunos lugares, como plazas y parques, y a un coste de un dólar por hora, cuando el salario medio en el sector público, que copa el 90 por ciento de la economía, es de unos 20 dólares. Además, «sigue estando muy vigilado», apunta la socióloga cubana Marlene Azor a Europa Press.
Estos tímidos avances volvieron a colocar a Cuba en la esfera internacional. Con Barack Obama inició un diálogo –impensable durante la etapa de Fidel– que se tradujo en la normalización de las relaciones bilaterales y en una relajación del bloqueo. Selló un acuerdo comercial y político con la UE. Y recuperó la influencia en la región mediando para la paz en Colombia.
Raúl persiguió así una transformación del arcaico sistema revolucionario para que la esencia comunista pudiera sobrevivir al menos en el plano político. «Mirando a China y Vietnam como modelos pero seguramente con las características propias de Cuba», explica a Europa Press Anna Ayuso, analista para América Latina del ‘think tank’ español CIDOB.
Lo intentó «sin prisa pero sin pausa», según sus propias palabras, para evitar el ‘shock’ que esta leve apertura al mundo en términos económicos y sociales supondría para los veteranos del PCC y la casta militar. No lo consiguió. «Ha habido una actitud defensiva» de estos sectores que ha paralizado los cambios, indica Azor.
Horizonte 2021
Raúl deja el sillón presidencial con la tarea incompleta y dos grandes asignaturas pendientes: la reforma de la Constitución soviética de 1976, que, según el diario oficial ‘Granma’, «debía reflejar las principales transformaciones», y la unificación monetaria, una «enorme distorsión económica» que el Gobierno ha postergado por los efectos sociales, señala Ayuso.
«Aquí nada ha cambiado porque los Derechos Humanos siguen sin respetarse», denuncia, por su parte, la líder de las Damas de Blanco, Berta Soler. La opositora asegura a Europa Press que «la represión se ha recrudecido» y como prueba esgrime que hay un operativo de seguridad para que en esta semana clave «nadie levante la voz».
La partida de Raúl –y con él de los Castro– ha suscitado la esperanza entre muchos cubanos de que estos cambios puedan completarse a medio o largo plazo porque cederá el control a la segunda generación del PCC, hombres de entre 40 y 50 años que no vivieron la Revolución en primera persona.
Azor rebaja las expectativas recordando que «los jefes de los ejércitos central, oriental y occidental, el ministro de las Fuerzas Armadas y los históricos que quedan vivos son quienes realmente tienen el poder en Cuba». «Cualquier cambio debe pasar por ellos y no parecen estar por la labor», subraya.
De hecho, el núcleo duro del Consejo de Estado –formado por ocho personas– incluiría a Salvador Valdés, de 72 años y miembro del Buró Político del PCC; a Ramiro Valdés, comandante revolucionario de 85 años; y a otro peso pesado del ‘castrismo’, Gladys María Bejerano, de 71 años; que se encargarán de vigilar atentamente los pasos de Díaz-Canel.
«No olvidemos tampoco que Raúl seguirá como primer secretario del PCC hasta 2021», cuando culminará el traspaso de poder, apostilla la ‘dama de blanco’. «En este país quien manda es el partido y va a seguir mandando. Va a pasar como con Fidel. (Raúl) va a gobernar en la sombra», sostiene.
La analista española augura que «es posible que haya cambios pero desde luego no habrá grandes reformas» por el miedo de la vieja guardia a perder el control. «No podemos esperar un Mijail Gorbachov en los próximos cinco años», coincide la socióloga cubana.
Para Soler, cabeza del grupo de mujeres que peleó por la liberación de sus maridos e hijos apresados en la Primavera Negra de 2003, no hay duda de que «el cambio en Cuba solo va a llegar cuando haya un presidente elegido por el pueblo, cuando cambie este sistema fracasado».