Los especuladores financieros esperan mantener abierto su negocio en Portugal, a pesar de que durante las últimas semanas se han sucedido dos episodios importantes: la aprobación de un rescate financiero para el país valorado en 80.000 millones de euros y, ayer, la victoria de la oposición conservadora en las elecciones generales lusas. Ya que, según un operador de mercados bastante ácido, ni una cosa ni la otra van a colaborar a mejorar el clima financiero de Portugal mientras continúe la guerra de familias en el país. Los especuladores financieros esperan mantener abierto su negocio en Portugal, a pesar de que durante las últimas semanas se han sucedido dos episodios importantes: la aprobación de un rescate financiero para el país valorado en 80.000 millones de euros y, ayer, la victoria de la oposición conservadora en las elecciones generales lusas. Ya que, según un operador de mercados bastante ácido, ni una cosa ni la otra van a colaborar a mejorar el clima financiero de Portugal mientras continúe la guerra de familias en el país.
Quizás por este motivo la reacción de los mercados unas horas después de conocerse los resultados electorales ha quedado muy lejos de ser positiva para las finanzas lusas. Al cierre de esta edición la Bolsa de Lisboa (PSI) culminaba una jornada de descensos, mientras que la rentabilidad del bono soberano a diez años se consolidaba en el 9,76% después de amanecer al 10,2% (a mayor rendimiento, menos confianza en su solvencia). De momento parece que el citado operador tiene a las estadísticas de su lado; sí hay negocio.
Curiosamente, dos de los valores de la Bolsa de Lisboa que más descienden a pocos minutos del cierre son los bancos Espírito Santo (-1,98%) y BPI (-2,05%). Ambas entidades fueron las que propiciaron que el hasta ayer primer ministro en funciones, el socialista José Sócrates, reconociese públicamente las necesidades de Portugal de acudir a Bruselas para pedir ayudas internacionales tras asegurar el miércoles 6 de abril que no comprarían más deuda soberana del país.
Pocas semanas antes -en la semana del 23 de marzo- el dirigente ya había dimitido formalmente de su cargo tras negarle el Parlamento luso la aprobación para un paquete de medidas de austeridad necesario, según Sócrates, para recuperar la confianza de los mercados.
Por eso hay muchas voces que apuntan a que Ricardo Espírito Santo Silva Salgado, presidente de Espirito Santo Financial Group (ESFG), principal accionista del banco que lleva el mismo nombre, y Artur Santos Silva, gestor del BPI (que cuenta entre sus principales accionistas con La Caixa y el banco Itaú), fueron los encargados de hundir políticamente la figura de Sócrates, que tras conocer los resultados de los comicios ha declarado que se retira de la política.
Sin embargo, para algunas personas Sócrates sólo era el paladín político de la familia Oliveira, propietaria de Controliveste International Finance, y de Frernando Campos y José Lopes Varela, propietarios de Visabeira Group. A él se enfrentaba en política el Partido Social Demócrata (PSD), los conservadores de Anibal Cavaco Silva, presidente de la República desde 2006 y cuyo compañero de partido, Pedro Passos Coelho, se alzó ayer con la presidencia. Ellos cuentan con el apoyo de los dos grandes bancos y de los Rocha Dos Santos, propietarios de Ongoing.
La batalla entre socialistas y conservadores (representando, según estas personas, a las familias financieras del país) comenzó en septiembre de 2008, doce días antes de que cayese el gigante de Wall Street: Lehman Brothers. Fue entonces cuando Sócrates decidió nacionalizar un pequeño banco, el Banco Portugués de Negocios (BNP) tras alegar que podía quebrar debido a un agujero de 700 millones de euros, lo que llevó ante la Justicia a sus máximos responsables.
Uno de estos responsables era el entonces presidente de la entidad, José de Oliveira e Costa, compañero en el PSD de Cavaco Silva. Precisamente, esta nacionalización dio a conocer, con el tiempo, que Cavaco Silva recibió trato de favor durante la primera década del siglo XXI por parte del BNP que dirigía entonces su colega.
Por lo visto la entidad permitió al que luego sería presidente de la República comprar acciones a un precio más bajo del establecido en 2001. Según informaron posteriormente los principales diarios portugueses, el político podía comprar títulos a un euro mientras su valor en el mercado era de entre 1,8 y 2,2 euros. Dos años después, en 2003, Cavaco Silva vendió su paquete a 2,4 euros por acción lo que reportó a su fortuna personal plusvalías del 140% sobre la inversión; hasta 147.500 euros.
La nacionalización del BNP fue duramente criticada por el PSD, que acusó a Sócrates de realizar una maniobra política. No obstante en los círculos financieros de Lisboa se otorgó el primer tanto del partido a los amigos del primer ministro.
Año y medio después tuvo lugar otro escándalo, esta vez relacionado con la oferta que Portugal Telecom (PT) había recibido por su 50% de la teleoperadora brasileña Vivo. La polémica surgió cuando ante la mesa de PT llegó una buena cantidad sobre la mesa que dividió al accionario del gigante luso -compuesto en buena parte por estas familias- y puso en riesgo la participación de la teleoperadora portuguesa en la más que rentable compañía brasileña.
Por eso, al ver que podía perder el control de la situación, Sócrates decidió intervenir haciendo uso de la llamada ‘opción de oro’. Esta herramienta permite al Ejecutivo luso vetar cualquier intento de adquisición si no le resulta conveniente.
Los socialistas fueron criticados por ello tanto en Bruselas como en Wall Street, donde la prensa financiera utilizó esta situación para atacar el intervencionismo político en los negocios. Y dentro del país, Sócrates había provocado un auténtico terremoto en las altas finanzas. Los Rocha Dos Santos apoyaron la oferta para desprenderse de Vivo mientras que la familia Oliveira, junto a Fernando Campos y José Lopes Varela, querían rechazar la propuesta.
Vivo fue finalmente vendida y esta vez, los círculos empresariales lusos, concedieron que la revancha se la habían adjudicado los colegas de Cavaco Silva, que pocos meses después propiciaría la dimisión del mandatario socialista por los motivos ya mencionados. La pregunta ahora es si este enfrentamiento ha terminado con uno de los dos paladines fuera de combate. Por lo visto, los especuladores creen que no.