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Las Odio

Las Odio

Lo debe dar la tierra, como el vino de Rioja. Pero, en las calles de Malasaña siempre brota alguna nueva banda que se apunta a las canciones ruidosas que funcionan como viñetas distorsionadas de la vida cotidiana. Lo hicieron Alaska y los Pegamoides hace décadas y ahora le toca a Las Odio. Lo debe dar la tierra, como el vino de Rioja. Pero, en las calles de Malasaña siempre brota alguna nueva banda que se apunta a las canciones urgentes y ruidosas que funcionan como viñetas distorsionadas de la vida cotidiana. Lo hicieron Alaska y los Pegamoides hace décadas y ahora le toca a Las Odio.

Son cuatro aguerridas punkis de tarde con trabajos serios de nueve a cinco y recuerdan también a otras ilustres asociaciones de aficionadas brillantes como las mismísimas Vainica Doble, aunque no precisamente por sus juegos vocales. Más bien por esas canciones ingeniosas que son marca de la casa.

Y además, según testigos presenciales, Las Odio suenan bien y son muy divertidas en directo. Aunque mejor que nadie espere virtuosismos instrumentales ni equilibrios en la cuerda. Ya se sabe que en el buen pop sobran los acordes disonantes y prima sobre todo la efectividad de los acompañamientos.

Así que, protegidas por una apariencia intencionadamente ingenua, Paula, Agata, Sonsoles y Alicia, abducidas por el espíritu juguetón de The Ramones, diseccionan algunas de las contradicciones clásicas de los urbanitas perdidos en el tiempo y abordan con humor y estribillos pegadizos los anhelos insatisfechos de la eterna clase media.

De momento, el aparato institucional del pop ‘cultureta’ (Jenesaispop, las publicaciones ‘modernas’ del grupo Prisa y Radio Tres) ya ha dado su beneplácito a la jugada y ha situado a estas muchachas, que aun no cuentan con un sólo álbum grabado, entre las apuestas de futuro del próximo pop español.

No es un mal comienzo, aunque conviene esperar a que se confirme que ese álbum titulado ‘Futuras Esposas’ que aparecerá en febrero mantiene las expectativas al alza. De momento, hay que concederles el beneficio de la duda. Por lo menos, mientras hagan canciones tan chispeantes como ‘Blackout’ o ‘Vitaminas’.

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