Barack Obama ha decidido rescatar uno de sus grandes proyectos electorales: el de la reforma migratoria. Lo hace tras dos años de mandato, cuando la reforma de la sanidad ha salido adelante y justo después de la eliminación de Osama Bin Laden, un hecho que ha aumentado la popularidad de Obama en todo el país norteamericano. El presidente ha prometido, por un lado, reforzar la seguridad en la frontera con México y, por otro, lanzar un proyecto para legalizar a los inmigrantes indocumentados. Sin embargo, los expertos dudan seriamente de que la reforma pueda salir adelante y entre las asociaciones defensoras de los derechos de los inmigrantes el anuncio ha sido acogido con escepticismo. Barack Obama ha decidido rescatar uno de sus grandes proyectos electorales: el de la reforma migratoria. Lo hace tras dos años de mandato, cuando la reforma de la sanidad ha salido adelante y justo después de la eliminación de Osama Bin Laden, un hecho que ha aumentado la popularidad de Obama en todo el país norteamericano. El presidente ha prometido, por un lado, reforzar la seguridad en la frontera con México y, por otro, lanzar un proyecto para legalizar a los inmigrantes indocumentados. Sin embargo, los expertos dudan seriamente de que la reforma pueda salir adelante y entre las asociaciones defensoras de los derechos de los inmigrantes el anuncio ha sido acogido con escepticismo.
«Nos definimos como una nación de inmigrantes. Una nación que da la bienvenida a todo aquel que adopte los ideales americanos», afirmó Obama, de visita en El Paso, en la frontera mexicana. Según el presidente, la inmigración contribuye a incrementar los activos económicos estadounidenses, un argumento que defendió al recordar que empresas como Intel o Google fueron fundadas por inmigrantes.
Sin embargo, pese a las aparentes buenas intenciones del mandatario, los expertos señalan que parece poco probable que Obama pueda sacar adelante una reforma de la inmigración sin tener la mayoría en la Cámara de Representantes, controlada por los republicanos. Los analistas apuntan a que el movimiento parece más un guiño hacia la influyente minoría hispana, a la que Obama necesita para continuar en el poder y vencer en las elecciones de 2012. El hecho de que la propuesta haya sido lanzada sin apenas detalles de cómo o en qué circunstancias se daría la ciudadanía a los inmigrantes indocumentados parece apuntar en ese sentido.
Joshua Hoyt, director de la Illinois Coalition for Immigrant and Refugee Rights, en declaraciones a América Económica, ha señalado al respecto que «la retórica es bonita y útil, pero todos sabemos que los republicanos no van a trabajar en el proyecto, y que continúan las deportaciones de inmigrantes a pesar de todo». Para Hoyt, que secunda la idea de que la propuesta busca recabar votos latinos, «son necesarios hechos, y no sólo palabras; es necesario que el presidente utilice su poder administrativo y presente una propuesta sólida», una reclamación que la comunidad inmigrante en Estados Unidos hace suya.
Lo cierto es que una reforma que legalizara a los 11 millones de “sin papeles” sería también beneficiosa para las arcas públicas, ya que los Estados Unidos ingresaría unos 66.000 millones de dólares en impuestos. El panorama al respecto se presenta complicado, puesto que Obama ha dejado claro que sólo impulsará la reforma con el consenso de los republicanos, que según todos los indicios serán un hueso duro de roer en una futura negociación para sacar adelante el proyecto.