Las manifestaciones que sacudieron Brasil hace cuatro meses han transformado claramente el país. Tal ha sido el caso que muchos apuestan por el movimiento medioambiental de Marina Silva y del Partido Socialista de Brasil de Eduardo Campo, dos formaciones progresistas. Las manifestaciones que sacudieron Brasil hace cuatro meses han transformado claramente el país. Tal ha sido el caso que muchos apuestan por el movimiento medioambiental de Marina Silva y del Partido Socialista de Brasil de Eduardo Campo, dos formaciones progresistas, con líderes llegados de la izquierda.
Tras años de un Brasil, tal y como se lee en El País, satisfecho consigo mismo, se han cambiado las tornas. Los brasileños ahora quieren participar en las decisiones que les afectan, en tener una mejor calidad de vida.
Brasil ahora es diferente, hubo un tiempo en el que fue la sexta economía más importante del mundo, pero ahora los brasileños son concientes de todo, no quieren ser tratados como niños, pues saben que la inflación es alta, el país crece poco, las familias están endeudadas y el gasto público se ha disparado.
Los brasileños (la clase media clásica y aquella nueva, que ha salido de la pobreza) han perdido el medio a protestar, quizás no con las manifestaciones masivas de hace unos meses, pero el fuego sigue encendido en las pequeñas manifestaciones.
Aunque no será el único medio que podrán usar, puesto que hay una prueba mejor: las elecciones presidenciales y del Congreso. La tercera vía ha saltado a la palestra, ya no será un combate entre oposición y Gobierno, sino un enfrentamiento en el que también tiene cabida el partido de Marina Silva, según muchos la enemiga más dura que tendrá la presidenta Dilma Rousseff en los comicios.
La nueva formación tiene la idea de hacer política de forma nueva, de hacer que un “Brasil que no va mal se convierta en un Brasil mejor”. Para luchar contra esto, el Gobierno y la oposición tienen que cumplir con las promesas que le hicieron al pueblo cuando se movilizó.
