La cantante y compositora argentina Juana Molina incrementa su prestigio con cada nuevo disco y ya es una artista de culto incluso entre el público anglosajón de vanguardia. La cantante y compositora argentina Juana Molina incrementa su prestigio con cada nuevo disco y ya es una artista de culto incluso entre el público anglosajón de vanguardia.
Puede que la música que perpetra, más que compone, la ya veterana artista sea difícil y poco fácil de tararear, pero el tiempo, la insistencia y, claro, la calidad, de sus arriesgadas propuestas han conseguido que, finalmente, haya logrado hacerse un hueco en el mercado.
Al menos entre la audiencia con más amor por el riesgo. Ese pequeño porcentaje de público que gracias a Internet y las nuevas tecnologías alcanza una masa crítica suficiente como para asegurar la existencia de apuestas como la de Molina, no precisamente comerciales en una primera escucha.
Molina construye sus poemas sónicos con todos los ruidos que tiene a mano y exige una escucha atenta que, según críticas recientes, es necesario realizar con cascos y en completo silencio si se quiere saber de verdad de que va el asunto.
Cierto que se trata de una artista que pone mucho de sí en las mezclas y a quien desmerecen especialmente las versiones comprimidas en mp3. Y también que sus ‘loops’ repetitivos y casi eternos no son del agrado de todos.
Aún así, ‘Wed 21’, su último y más reciente disco, resulta quizá más accesible que algunos otros trabajos suyos. Quizá por el uso en los arreglos de elementos tomados de algunos géneros conocidos como el ‘country’ o el rock alemán, y el uso en los textos de un particular sentido del humor que llega a ‘enganchar’ cuando se le coge el punto.
