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Financial Times acusa a la oposición venezolana de no unirse contra la crisis económica

Bandera de Venezuela

Esta parodia de gobierno tiene que ser llamado a rendir cuentas. A pesar de su odio mutuo, es difícil creer que moderados de todos los bandos políticos no puedan sentarse a negociar políticas para enfrentar la crisis. Esta parodia de gobierno tiene que ser llamado a rendir cuentas. A pesar de su odio mutuo, es difícil creer que moderados de todos los bandos políticos no puedan sentarse a negociar políticas para enfrentar la crisis. Para ayudarlos, aliados tradicionales de Venezuela, como Cuba, Brasil y Bolivia, tienen que empujar a los partidarios de línea dura del Gobierno a la mesa de negociaciones.

Nicolás Maduro, el presidente venezolano, se encuentra entre los líderes más brutos del mundo. Este mes, el gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela sufrió su peor derrota electoral en 17 años gracias a una crisis nacional marcada por una inflación de tres dígitos, la escasez de alimentos y una espiral de violencia.

La votación dio lugar a que la oposición ganase una mayoría de dos tercios en la Asamblea Nacional en teoría, ahora puede desafiar a la administración del Sr. Maduro y promulgar políticas para evitar que el país se descalabre aún más. La respuesta del gobierno sigue siendo descaradamente ignorante.”Deja que los perros siguen ladrando”, como dijo Diosdado Cabello, el segundo hombre más poderoso de Venezuela.

Lamentablemente, la intransigencia y la criminalidad parecen ser típicas del Gobierno del Sr. Maduro. Varios altos funcionarios están bajo investigación de las autoridades de Estados Unidos por tráfico de drogas. Un lucrativo negocio es el contrabando de gasolina, en gran parte a cargo de los militares, el cual se estima tiene un valor de $ 4 mil millones al año. Cierta inclinación por desconocer las leyes por la administración se está revelando en la negativa a reconocer lo que significa su derrota electoral.

En lugar de escuchar a los votantes, el Sr. Maduro ha respondido con la venganza y la subversión de las conductas democráticas. Ha amenazado con castigar a los antiguos partidarios de votar a favor de la oposición. Antes de la instalación de la nueva Asamblea Nacional el 5 de enero, la actual dominada por el Gobierno ha llenado el Tribunal Supremo con jueces que pueden anular la legislación que apruebe la próxima asamblea. Se ha anunciado la creación de un parlamento “comunal” paralelo que usurpará el papel de la asamblea. Él se ha comprometido a profundizar la llamada Revolución Bolivariana y sus obviamente fracasadas políticas. “Rebelión, rebelión, rebelión”, ha dicho el Sr. Maduro.

Algo de esto es mero teatro político. Al igual que Donald Trump, el chavismo considera el insulto y la confrontación como sus principios de gobierno. Aun así, el Sr. Maduro ha respondido a la derrota de la peor manera posible, adjudicando la culpa de los problemas del país en todo el mundo menos él mismo.

Esta no es la gran “batalla ideológica” que él pretende que es. Cuando Jorge Giordani, ministro de gabinete marxista bajo Hugo Chávez, criticó a la administración por su incompetencia y faccionalismo, fue perseguido por agentes del Gobierno. Más bien, éstas son acciones de un Estado y sus cómplices que ven lo que se les viene encima.

La comunidad internacional ha permanecido muda sobre los problemas de Venezuela durante demasiado tiempo. Con excepción de los EEUU, el resto del mundo ha preferido dejar que al Sr. Maduro solo, ya sea por una equivocada reticencia a criticarlo por las políticas sociales del chavismo, o en deferencia a sus reservas de petróleo, que son más grandes que las de Arabia Saudita.

Ese silencio se ha vuelto ensordecedor, en la medida que la severa crisis de Venezuela empeora. Su economía depende del precio del petróleo, el cual sigue cayendo. Hay una severa escasez de bienes básicos. La hiperinflación es una posibilidad real. Hay un riesgo verdadero de una crisis humanitaria.

A pesar de su odio mutuo, es difícil creer que moderados de todos los bandos políticos no puedan sentarse a negociar políticas para enfrentar la crisis.

Para ayudarlos, aliados tradicionales de Venezuela, como Cuba, Brasil y Bolivia, tienen que empujar a los partidarios de línea dura del gobierno a la mesa de negociaciones. Hacerlo es del propio interés de estos gobiernos, pues una Venezuela en llamas sólo debilitará su propia posición. Lo mismo ocurre con los aliados internacionales de la oposición.

A menos que haya convivencia, la cooperación y los inicios de la coalición, la triste comedia de Venezuela se convertirá en una tragedia. El riesgo es que una mancha vergonzosa aparezca en una región que ha tenido el orgullo de su convicción declarada en la democracia.

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