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El Gobierno venezolano busca conflictos en el exterior para sacar réditos electorales

Nicolás Maduro, presidente de Venezuela

Los biólogos del chavismo crean in vitro un enfrentamiento con Colombia y Guyana que puede ser usado en caso de que las parlamentarias lo pongan en aprietos. Una cosa es el compromiso del chavismo con Haití, otra que la élite roja rojita use su imaginación para crear una causa sobrevenida. Los biólogos del chavismo crean in vitro un enfrentamiento con Colombia y Guyana que puede ser usado en caso de que las parlamentarias lo pongan en aprietos. Una cosa es que el chavismo se hubiera comprometido en Haití (a través de su plenipotenciario Cabello) a abrir el juego electoral y otra es que la élite roja rojita use su imaginación de laboratorio para fabricar una causa sobrevenida (la disputa territorial) que sería más importante que algo tan microscópico como la renovación de la Asamblea. El PSUV juega en dos tableros: el del CNE y el de la conflagración internacional.

¿A qué juega el Gobierno? Por un lado, está el encuentro de Haití entre Diosdado Cabello y Thomas Shannon. Acto seguido, se anunció la fecha de las parlamentarias y Leopoldo López levantó la huelga de hambre. Todo parece indicar que Estados Unidos, que tiene cartas muy poderosas en sus manos, y una de ellas es la presunta investigación contra el presidente de la Asamblea Nacional, presiona para que el Gobierno se mantenga en el carril electoral, que es el carril de la democracia y el de la posibilidad de la alternancia. Porque salirse del terreno del voto implicaría conducir al país a la violencia. Al estallido. A un choque de trenes que nadie sabe cuán cruento puede resultar.

La encuesta de Datincorp (no me canso de repetirlo) lo refleja claramente: 67 por ciento le reclamará enérgicamente al Gobierno si no soluciona sus problemas. Y el Gobierno no está en solucionar nada: remata activos de PDVSA; pide prestado a los agiotistas; echa mano de las divisas que tiene en el FMI. A eso no se le puede llamar política económica. Eso es un acto de desespero. Ojala y Maduro fuese como Dilma Rousseff.

La presidenta de Brasil, que ciertamente enfrenta una importante caída en los sondeos, no se paraliza. Se mueve. Remozó el gabinete y adelanta cambios en el plano económico. Pero Maduro, no. Maduro está paralizado.

Entonces, mientras Maduro sea incapaz en transmutar la adrenalina que le genera el miedo en acciones concretas para conjurar la crisis económica, este Gobierno no podrá solucionar los problemas que enfrenta la gente. Y por eso la gente apuesta al cambio: no hay alquimia posible.

Pero si la vía para el cambio es la electoral y ésta se trunca, ¿qué queda?

Queda lo que le queda a toda olla de presión que hierve a alta temperatura y no se le libera la válvula de descompresión: explotar. Y eso es lo que se trata de evitar a toda costa: que el desenlace de esta crisis sea violento. Que el fuego marque la pauta. Que el país se vaya por un barranco. Esa pareciera ser la actitud de EEUU: ayudar a construir el muro de contención. Y, en esa línea, debe haber advertido a Cabello que su absolución (si acaso lo es) es a cambio de que se propicie una relativa distensión en Venezuela.

Pero hay otra variable que ha entrado en el tablero,y que complica las cosas. Es la de la disputa territorial. El Decreto presidencial número 1787, que establece la creación de las Zonas de Defensa Integral Marítimas e Insulares (Zodimain), rasguñados temas harto espinosos y sensibles: la pugna con Colombia y con Guyana.

Dada la actitud tan pasiva que el chavismo ha mantenido frente a las diferencias territoriales (el acuerdo que Guyana firmó con la Exxon para que explotara el espacio que está ubicado en frente del Esequibo data de 1999), cabe preguntarse: ¿Qué hay detrás de esto? ¿Un Plan B para dar al traste con el plan electoral?

El Decreto 1787 fue dictado el 27 de mayo pasado. Es decir, es previo a la reunión Shannon-Cabello. ¿Qué pasará con él luego del encuentro de Haití? Ya Guyana protestó. Y Colombia, también. Se nota que el objetivo es crispar los ánimos bajo el alegato, nada desdeñable de cara al peso que tiene el nacionalismo en nuestro imaginario, de defender los espacios geográficos.

Una cosa es que el Gobierno se hubiera comprometido, a través de su plenipotenciario Cabello, a abrir el juego electoral en Haití y otra distinta es que, dentro del libre albedrío del que dispone el PSUV, los chavistas se propongan manejar un plan alternativo cuya cabeza de playa es lo territorial.

La élite chavista podría plantear su estrategia así: efectivamente, nosotros convocamos a elecciones parlamentarias; en el partido, de hecho, se celebran elecciones internas para escoger los candidatos a la asamblea, pero, en el camino, surge lo de la disputacon Guyana y Colombia, y esa, señor Shannon, es una razón de fuerza mayor que no puede estar por debajo de una cita comicial. Está primero. Es supra convenio de Haití.

Ese es un escenario probable: que el chavismo intente moverse en dos tableros. Uno, el electoral. Con fechas. Con candidatos. Con cadenas que estén enfocadas en las elecciones. Con Tibisay Lucena hablando de circuitos y de base poblacional. Con reparto de electrodomésticos. Con dakazos. Con entrega de apartamentos de la misión vivienda. Con el performance que ya conocemos. La plástica roja rojita es previsible.

Y el otro tablero, es el de la disputa con nuestros vecinos, que sería una tremenda excusa para enrarecer el clima electoral y que podría ser usada como último recurso en caso de que los votos amenacen con sepultar la revolución. Lo ha dicho en KonZapata el dirigente de Marea Socialista Nicmer Evans: no hay que descartar que, bajo la excusa de un conflicto externo, el Gobierno se lance un Estado de excepción para impedir las elecciones.

El forcejeo fronterizo es el arma con la que cuenta el Gobierno para responder de manera elegante a la posibilidad una complicación en el plano electoral. No es lo mismo clausurar los centros electorales (al estilo de los déspotas tradicionales) que presentar la controversia por la fachada atlántica y el tema del diferendo con Colombia como un hecho sobrevenido y de suprema estatura frente al cual la contienda electoral parece un detalle microscópico. Cabello pudo haber prometido elecciones, pero hay hechos inesperados y de gran trascendencia como el de un problema limítrofe.

Y en esa onda trabajan los laboratorios del Gobierno: para fabricar, si fuera necesario, un conflicto externo que permita sofocar la rebelión que ha estallado en la granja porque hay inflación, porque hay escasez, porque hay inseguridad, porque el PSUV cae en las encuestas. Dentro del portafolio de opciones que tiene Maduro, está darnos a tragar la pócima de la cartografía.

El pleito con Guyana y Colombia es de procedenciain vitro. Es obra de la mano creadora de los biólogos del chavismo. De allí la advertencia lanzada por Evans. El politólogo conoce al monstruo desde las entrañas y puede calcular por dónde van los tiros. Sabe que lo de la cartografía es más un cálculo para protegerse de una eventual derrota electoral que un acto de fe territorial. El PSUV juega en dos tableros: el del CNE y el de la conflagración internacional.

Lo que no está claro es cómo reaccionaría Washington (si partimos de la base de que en Haití se cocinó un acuerdo) frente a esta jugada unilateral del chavismo.

El Gobierno, desde luego, tiene facultades para escribir su propio guión dentro de esta historia. Puede tomarse sus iniciativas extra Haití, por muy temerarias y arriesgadas que sean, porque para esoes el poder. Pero, en el fondo, y no lo olvidemos, está amenazado por la espada de Damocles que supone una investigación a buena parte de su clase dirigente. No sería solo Cabello el que estaría en la mira telescópica: son varios. Y meterse por el camino tortuoso de una conflagración internacional puede resultar tan fatal como ser derrotado en las urnas. De los laboratorios también salen Frankestein.

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