Este principio parece haber guiado la decisión del presidente de Argentina, Alberto Fernández, de reemplazar a los titulares de tres carteras de su gabinete: la de Trabajo, la de Desarrollo Social, y la de Mujeres, Géneros y Diversidad.
«Todo esto detona en torno a la renuncia de la que era ministra de Mujeres, Géneros y Diversidad, Elizabeth Gómez Alcorta», refiere durante una entrevista el politólogo Santiago Rodríguez Rey, especialista en comunicación política.
Era fin de semana largo en Argentina cuando Gómez Alcorta, conocida por ser abogada de una dirigente social detenida en la provincia de Jujuy (norte), Milagro Sala, presentó su dimisión «indeclinable» en la noche del jueves tras denunciar «graves violaciones a los derechos humanos de las mujeres detenidas» en el último desalojo de tierras públicas y privadas de grupos mapuches en la localidad neuquina de Villa Mascardi (suroeste).
En su caso, «había una cuestión de larga data que se tornó insostenible y la situación de los mapuches en el sur fue una buena excusa», acota Rodríguez Rey.
Su reemplazo, Ayelén Mazzina, tiene una clara orientación en los asuntos que tienen que ver con su cartera, ya que hasta ahora era secretaria de la Mujer, Diversidad e Igualdad en la provincia de San Luis (oeste), y además fue la organizadora del 35º encuentro plurinacional de mujeres que se celebró el fin de semana en esa jurisdicción.
No habían concluido los días de descanso en la nación sudamericana cuando presentaron sus renuncias el ministro de Desarrollo Social, Juan Zabaleta, en el cargo durante poco más de un año, y el de Trabajo, Claudio Moroni, que había iniciado su gestión en 2019, con la llegada al poder del Gobierno de Alberto Fernández.
Zabaleta argumentó que dejaba su puesto para hacerse cargo de Hurlingham, municipio de la provincia de Buenos Aires (este) del que fue alcalde entre 2015 y 2021.
«Ya había rumores de la posible renuncia de Zabaleta, pues con anterioridad había tenido sus idas y venidas, en particular con la Cámpora, que ocupa buena parte del ministerio», recuerda Rodríguez Rey al aludir a la organización encolumnada tras la vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner.
La nueva ministra de Desarrollo Social es Victoria Tolosa Paz, una contadora pública en la que se apoyó el jefe de Estado para encabezar la lista del oficialismo en la Cámara baja por la provincia de Buenos Aires (este) en las elecciones legislativas de 2021, pese a las reticencias de la vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner.
El ahora exministro de Trabajo, amigo personal del jefe de Estado, alegó motivos personales para justificar su salida del Gobierno. Su sustituta es Kelly Olmos, una economista que se desempeñaba como vicepresidenta del Banco de Inversión y Comercio Exterior (BICE), además de ser consejera nacional del Partido Justicialista (PJ) en la capital.
La flamante ministra tiene ahora el desafío de encarar las negociaciones salariales de uno de los sindicatos más poderosos del país, el de camioneros, que reclama un aumento de 130 por ciento. «El ministro anterior no estaba trayendo soluciones, y Olmos, que es un recurso cercano, no parece una figura muy distinta que vaya a tener un desarrollo diferente, así que el cambio no es mayúsculo», considera el politólogo.
Zabaleta y Moroni, de esta manera, dieron paso a dos mujeres no menos afines al presidente. «En algún punto, es una demostracion de que quien define los lugares a fin de cuentas es él, en un momento complicado en donde la atención está puesta en la economía», añade Rodríguez Rey.
Las elecciones generales del año que viene aparecen sobre el horizonte, y el presidente, debilitado por sus diferencias con la vicepresidenta, quedó aún más disminuido desde el desembarco en el Ministerio de Economía de Sergio Massa, tercer socio de la coalición junto con los dos Fernández.
Esa continuidad en la gestión de Moroni y de Zabaleta la observa también la politóloga Sofía Santamarina, especialista en participación política y derechos humanos. «Más que reforzar una posición de autonomía del presidente, sigue dando cuenta de los problemas de coordinación interna y de gobernanza que se traducen en problemas de gobernanza a nivel nacional, en la gestión de las políticas públicas», dice a esta agencia.
Esta investigadora, integrante de la Red de Politólogas, rescata la importancia de que Alberto Fernández eligiera a tres mujeres para ponerse al frente de los ministerios vacantes, dentro de un Gobierno que tras la renuncia de Gómez Alcorta, solo contaba con una ministra: la de Salud, Carla Vizzotti.
«Cada vez que había que dar aire al gabinete, la variable de ajuste eran las mujeres», afirma Santamarina al mencionar el fenómeno conocido como «acantilados de cristal», término acuñado por los académicos británicos Michelle Ryan y Alex Haslam en 2004 para definir la disposición a nombrar en cargos altos a mujeres cuando hay una crisis, para luego desembarazarse de ellas con más facilidad.
Para la politóloga, «es de esperar que las nuevas ministras, mujeres que desde distintos posicionamientos tienen mucha trayectoria y experiencia, sean valoradas y respetadas y no maltratadas como la exministra de Economía Silvina Batakis». Aquella economista, designada en julio, permaneció en el cargo 24 días, antes de que ocupara su lugar Sergio Massa.
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