«Javier Milei representaría un peligro para la democracia en la Argentina», advirtió el semanario en una nota de portada dedicada al candidato más votado en las elecciones primarias del pasado 13 de agosto, con el 29,8 por ciento de los votos.
En uno de sus primeros párrafos, el medio británico sostuvo que Milei suena «excéntrico» incluso para los estándards de la política argentina, pues de él «se dice que contrató a un médium para consultar a Conan, su mastín muerto».
«A pesar de sus credenciales neoliberales, el candidato presidencial tiene una vena autoritaria», afirmó el reportaje titulado «¿Puede el libertarismo radical de Javier Milei salvar a Argentina?».
Para el seminario británico, que tiene un perfil liberal y a favor del libremercado, el economista de ultraderecha parece más un creyente de «teorías conspirativas» y un «escéptico del cambio climático».
Tras entrevistar a Milei durante tres horas, el influyente semanario advirtió sobre las intenciones del candidato de ultraderecha de reducir 15 puntos la participación del gasto público en el Producto Interior Bruto (PIB), su propósito de cortar el déficit a cero en el primer año de su mandato, y de modificar el sistema de transferencias y prestaciones sociales.
«Mientras a los más pobres no les quitaría la ayuda social, el sistema de educación público sería reemplazado por un sistema de vouchers para que las familias puedan escoger una alternativa privada», indicó el medio, fundado en 1843 en Londres.
Por otra parte, el texto describe a Victoria Villaruel, compañera de fórmula presidencial de Milei, como una «exabogada de soldados acusados de atrocidades durante la dictadura militar argentina de 1976 a 1983», que «resalta los crímenes de los guerrilleros de izquierda que lucharon contra la junta, en lugar de los actos más sangrientos de la propia junta».
El propio «Milei dice que ambas partes cometieron crímenes, una afirmación que los defensores de las libertades civiles no encuentran tranquilizadora», añadió The Economist.
INTEMPERANTE Y CONSPIRANOICO
Respecto a su perfil, el medio señala que Milei se define como anarcocapitalista y minarquista, «una corriente más suave del anarquismo libertario en el que la única función del Estado es proporcionar a los ciudadanos el ejército, la policía y los tribunales para poder hacer valer los derechos de propiedad», lo que se tardaría «décadas» en construir.
Dado el acuerdo vigente entre el Gobierno argentino y el Fondo Monetario Internacional (FMI) para refinanciar un crédito de 44.000 millones de dólares, el presidencial deberá recurrir al organismo multilateral, «y éste es el tipo de tarea diplomática delicada para la que Milei claramente carece del temperamento adecuado», sentenció The Economist.
La publicación también recordó que «su asesora más cercana parece ser su hermana», que «dice cosas incendiarias sobre sus oponentes», y que «sugirió que se debería decapitar a un exasistente presidencial».
En política exterior, The Economist resalta que Milei se muestra «fanático de Jair Bolsonaro (2019-2023), un expresidente populista de Brasil que copió algunas de las tácticas antidemocráticas de Donald Trump (2017-2021)».
«Parece creer en teorías de conspiración sobre el fraude electoral en Brasil y, lo que es más preocupante, en su país; a pesar de quedar primero en las primarias de la Argentina, afirma que le ´robaron´ el 5 por ciento de los votos», agregó el semanario.
En sus conclusiones, The Economist definió al candidato presidencial de La Libertad Avanza como «intemperante, imprudente y extravagante» y concluyó que «poco en Milei sugiere que sea el salvador que Argentina necesita».
Milei, aspirante a suceder al actual presidente, Alberto Fernández, competirá en las elecciones generales del 22 de octubre con la candidata de la alianza opositora Juntos por el Cambio (centroderecha), Patricia Bullrich, y con el nominado por la coalición electoral oficialista Unión pot la Patria (centroizquierda).
Los comicios tienen una segunda vuelta prevista para el 19 de noviembre si la fórmula más votada no supera el 45 por ciento de los votos afirmativos (ni nulos ni en blanco), o no alcanza el 40 por ciento de los sufragios válidos totales con una diferencia porcentual mayor a 10 puntos.
