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Feminismo

El feminismo de Argentina se posiciona ante el giro conservador del Gobierno

El Ejecutivo de Alberto Fernández opta, tras una derrota electoral, por dar un sesgo conservador y masculinizado a su nuevo gabinete.

El presidente de Argentina, ALberto Fernández, durante una reunión con su Ejecutivo

El presidente de Argentina, Alberto Fernández, durante una reunión con su Ejecutivo

No es fácil cuestionar al Gobierno más progresista que puede tener Argentina en estos momentos. Pero tampoco puede esperarse menos de uno de los movimientos más vanguardistas que existen en América Latina.

El feminismo ha puesto el rostro, el cuerpo y el alma a muchas de las grandes conquistas sociales cristalizadas en estos años. Suyas han sido las ideas, las propuestas, la lucha por conseguirlas. Ha visto en la política la oportunidad para imprimir cambios de envergadura que reduzcan las omnipresentes brechas de género. Y quiere ser protagonista de su propia historia.

Algo tienen que decir sus referentes, en consecuencia, cuando el Ejecutivo de Alberto Fernández opta, tras una derrota electoral, por dar un sesgo conservador y masculinizado a su nuevo gabinete. Sale herida, para empezar, la paridad de género.

«Al margen de las complejidades, pues a veces el cupo no asegura un enfoque feminista, sí está estudiado que garantiza la inclusión en la agenda de las políticas de género», esboza en una entrevista con la Agencia Sputnik la politóloga María Florencia Freijo, autora del libro «Solas y (mal) educadas».

Esta especialista en género advierte que las políticas orientadas a tal fin no se circunscriben a una agenda de minorías o a problemas exclusivos de mujeres, sino que aborda «una desigualdad estructural que en una sociedad capitalista tiene su núcleo duro en la economía, con la variable del factor tiempo, que es un recurso del que no disponen las mujeres para enriquecerse y para formarse».

DESEQUILIBRIOS

Esas dos variables, economía y tiempo, son las que más han estado en crisis durante la pandemia. Y esa realidad contrasta con la predominancia varonil en los encuentros de gabinete que debían deliberar sobre la situación inédita vivida durante el último año y medio. «El disgusto como feminista es inevitable y es coherente», asume Freijo.

«El viraje a la derecha es global, lamentablemente, y si bien el gabinete casi íntegramente de hombres cis y conservadores es una expresión de ese giro, me parece muy difícil que puedan revertir los derechos conquistados», matiza la abogada Soledad Deza, fundadora de un espacio interdisciplinario de activistas por los derechos de las mujeres y disidencias en el noroeste del país, Mujeres por Mujeres (MxM).

Agradecida con un Gobierno que legalizó el aborto a finales de 2020, esta profesora de feminismos jurídicos reconoce que el peronismo «no será un dechado de progresismo», pero sí lo rescata como un espacio «más deferente con el pueblo que la propuesta alternativa basada en argumentar desde el odio y la antipolítica».

Veintiún ministros tiene la actual gestión, y «entre tanto señor de corbata», en palabras de Deza, solo dos son mujeres: la ministra de Salud, Carla Vizzotti, y la de las Mujeres, Géneros y Diversidad, Elizabeth Gómez Alcorta.

Esas dos referentes «quedan ahí como señal de que no nos rendimos y de que nuestra agenda no abandonará ningún Gobierno popular por más votos que necesiten para que resistamos los embates neoliberales y también los avances conservadores», apunta la abogada. «Y queda todo un movimiento amplísimo afuera que siempre estará tratando de ampliar los bordes de la periferia en la que aún hoy quieren relegarnos».

INCOMODIDADES

Especial fastidio despierta, entre los movimientos feministas, la designación como jefe de gabinete de ministros de quien era gobernador de la provincia de Tucumán (noroeste), Juan Manzur, denunciado en 2019 por la actual ministra de las Mujeres por impedir la interrupción legal del embarazo de una niña de 11 años violada por su abuelastro.

La posición de Manzur conlleva «un nivel de legitimidad en lo que decide, de legitimidad social, que es muy peligroso», advierte Freijo. «Es peligroso que las mujeres estemos defendiendo y legitimando que esos tipos lleguen al poder por encima de otras mujeres absolutamente urgentes, necesarias y capaces que deberían estar ahí, porque no hay más tiempo para perder».

Al mencionar los túrbidos negocios que acompañan la trayectoria política de Manzur, como los relacionados con la azucarera, la escritora se pregunta si podría llegar a trabar una ley sobre etiquetado en la que trabaja el Gobierno. No solo está en juego la inclusión de una perspectiva de género. Muchas iniciativas políticas son impulsadas, debatidas y gestadas por los movimientos feministas.

En este contexto, supuso un varapalo la renuncia hace unos días de la secretaria de Políticas de Igualdad y Diversidad del Ministerio de las Mujeres, Cecilia «Checha» Merchán, muy valorada y reconocida por sus pares. No explicó las razones de su dimisión, pero sí fue evidente la forma –ella misma hizo pública la carta de su renuncia– y el momento –cinco días después de que se oficializara el cambio de gabinete.

«Sí me parece que hay una línea sensible que hay que denunciar y que tiene que haber un pacto ético por el que no podemos pedir menos de lo básico», considera Freijo. «Criticar al Gobierno a veces no te hace menos peronista o kirchnerista. Este país necesita miradas críticas sobre los Ejecutivos que apoyamos, porque si no se genera una aceptación atroz de decisiones que parten de una lógica masculina, y no verlo genera un retroceso».

Con esta conclusión, Freijo no pretende cuestionar a las feministas que sí respaldan al Gobierno. La politóloga reconoce que las contradicciones siempre están presentes en cualquier ámbito, y la política no es una excepción. «Sería subestimar a muchas grandes mujeres, peronistas, que hay en la gestión», concede.

Una mirada amable ofrece también Deza al reconocer que Argentina no es monolítica y el peronismo, tampoco. «Yo al menos me desenamoré hace rato de la búsqueda de la verdad», reflexiona. «Trabajo para que quepamos más dentro del mapa, incluso dentro del mapa hegemónico de pensamiento».

Sí promete más feminismo, pase lo que pase y gobierne quien gobierne. «Los feminismos estaremos alertas, como históricamente lo hemos estado para ser las aguafiestas», reinvidica Deza. «Los feminismos argentinos son multicolores y enormes, no nos cocemos en el primer hervor. Y en el mientras tanto, construiremos más feminismos, desde todos los lugares y desde todas las voces».

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