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Chávez moviliza al ALBA para ‘salvar’ a Gadafi

Complicado rescate

Los cancilleres de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de América (ALBA) se han reunido en Caracas para examinar diversos temas del mecanismo regional, además de la propuesta de Hugo Chávez, de crear una comisión internacional que medie en Libia. El presidente venezolano es un hombre que no teme saltar sobre cualquier charco cuando pasa por su lado. Esta semana, como ya ocurriera en otros tiempos cuando la comunidad internacional presionaba a Irán por asuntos de energía nuclear, ha decidido erigirse en salvador de Libia y en garante de su estabilidad. Los cancilleres de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de América (ALBA) se han reunido en Caracas para examinar diversos temas del mecanismo regional, además de la propuesta de Hugo Chávez, de crear una comisión internacional que medie en Libia. El presidente venezolano es un hombre que no teme saltar sobre cualquier charco cuando pasa por su lado. Esta semana, como ya ocurriera en otros tiempos cuando la comunidad internacional presionaba a Irán por asuntos de energía nuclear, ha decidido erigirse en salvador de Libia y en garante de su estabilidad.

Sin embargo, sus compatriotas dudan de esta faceta del mandatario. No en vano, en la propia Venezuela, Rubén González, sindicalista y miembro del PSUV, ha sido condenado a 7 años de cárcel por manifestarse por sus derechos laborales. Chávez tiene serios problema de contradicción cuando de hablar de libertad se trata.

Hay quien podrá alegar que el mandatario bolivariano no es el único que tiene dicho problema. La contradicción, la siempre manida dialéctica entre el bien y el mal, ha llevado a las potencias occidentales a tratar a Gadafi como a un dictador cuando antes lo recibían con todo lujo parabienes. Sin embargo, una vez que parece claro que el dictador libio es lo que es, ¿qué menos que apoyar, si es eso lo que está ocurriendo en Libia, la necesidad de cambio de su población?

Más bien al contrario, después de haberse ofrecido para mediar en el conflicto libio y ser rechazado por el hijo de Gadafi, Saif al Islam, a último hora del jueves sintió la necesidad de dar voz al dictador libio. «Y (Gadafi) me dijo: mira, Chávez, no sólo de países, ojalá vengan las mismas Naciones Unidas aquí para que vean la verdad de lo que está ocurriendo, antes de condenar al Gobierno de Libia o al pueblo libio», explicó el presidente venezolano.

Entre tanto, su intento de mediar había servido durante el día para que, probablemente, los especuladores financieros hicieran fortuna a costa del precio del petróleo. El barril de Brent salió el jueves al mercado con un precio de 116,35 dólares. Sin embargo, en los momentos de más confusión, cuando Al Jazeera anunciaba la mediación de Chávez, su precio descendió hasta los 113,09 dólares.

Tras el rechazo del régimen libio de tal posibilidad, el barril volvió a la escalada y cerró el día en los 114,85 dólares. Es decir, la situación creada por el mandatario había servido de señuelo para los especuladores, que hicieron oscilar el precio entre los 113,09 y los 116,90 dólares, algo que, a más de uno, le reportó pingües beneficios.

«Si en Libia la guerra civil se convirtiera en una guerra internacional, el petróleo podría sobrepasar los 200 dólares y eso no le conviene a nadie en el mundo», ha advertido el mandatario venezolano.

Sin embargo, mientras Chávez parece más preocupado de lo que ocurren en Libia que de lo que sucede en su propio país, sus compatriotas, opositores y muchos afines, se rasgaban las vestiduras por una cuestión más bien local. El pasado lunes saltaba la sorpresa en los tribunales venezolanos. El sindicalista Rubén González, líder gremial de la empresa estatal FERROMINERA Orinoco y declarado chavista, era condenado a 7 años y 6 meses de prisión por su participación en una huelga, en la que los trabajadores reclamaban derechos laborales.

Pese a que el sindicalista salía el jueves en libertad condicional, González ha sido tratado por el derecho venezolano como si de un terrorista se tratara. Hay quien considera que el hecho de que, aun siendo afín a “mi Comandante presidente” (como el propio encausado llama a Chávez), organizará una huelga dentro de una importante empresa estatal, ha sentenciado a González. Es decir, que su condena debía servir de escarmiento, de muestra de la implacabilidad del Gobierno chavista contra los trabajadores díscolos.

Sea esta la realidad o no, lo cierto es que la cuestión del sindicalista vapuleado tomo rápidamente al asalto las corrientes de opinión dentro de Venezuela, relegando incluso la cuestión de Libia, que la semana anterior había sido principal. Muchos quisieron en la condena a González un reflejo de la situación que viven actualmente los sindicalista en Venezuela, y Placido Mundarai, Secretario General de la Confederación de Sindicatos Autónomos de Venezuela, en declaraciones a Americaeconomica.com, solicitó la libertad del trabajador y recordó que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) viene denunciado la falta de libertades sindicales en país.

No en vano, el Comité de Libertad Sindical, órgano de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), había publicado tres semanas atrás un informe que, en su página 270, denunciaba la falta de libertad sindical en el país. El informe asegura que González fue detenido “por haber encabezado una protesta reclamando el cumplimiento de compromisos establecidos en la convención colectiva y que la empresa ha dejado de cumplir. El caso causó escándalo en la ciudad, y controversias entre jueces, por tratarse del secretario general de un sindicato, un dirigente de larga trayectoria, que sólo cumplió con su responsabilidad sindical.”

En esas mismas páginas, sobre la situación del sindicalismo en el país, la organización internacional considera, entre otras cosas, que para el Gobierno de Hugo Chávez “la criminalización de la protesta se ha convertido en una respuesta sistemática del Estado ante cualquier manifestación pública que no sea de su agrado. Es larga la lista de trabajadores y dirigentes sindicales que han sido víctimas de esa actitud estatal, sin precedentes en el país,” una dura crítica para quien se vanagloria de ser defensor de los trabajadores y pretende ser garante de la estabilidad en Libia.

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