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Cuba inventa el ‘neoliberalismo socialista caribeño’

El nuevo invento ideológico de los hermanos Castro ya ha echado a andar. Desde el pasado 1 de enero, el ‘neoliberalismo socialista’ en versión caribeña es real para la población cubana. El menú incluye el despido de 500.000 trabajadores durante los primeros tres meses de 2011. Si se cumple con lo previsto, la ‘salvaje’ reestructuración de plantilla afectará otros 800.000 empleados que serán puestos en la calle, en los próximos tres años, en unas condiciones con las que ni siquiera el ultraderechista más radical del Tea Party de EEUU se atrevería a soñar. El nuevo invento ideológico de los hermanos Castro ya ha echado a andar. Desde el pasado 1 de enero, el ‘neoliberalismo socialista’ en versión caribeña es real para la población cubana. El menú incluye el despido de 500.000 trabajadores durante los primeros tres meses de 2011. Si se cumple con lo previsto, la ‘salvaje’ reestructuración de plantilla afectará otros 800.000 empleados que serán puestos en la calle, en los próximos tres años, en unas condiciones con las que ni siquiera el ultraderechista más radical del Tea Party de EEUU se atrevería a soñar.

Esta estrategia forma parte de los ajustes económicos que deben ser refrendados el próximo mes de abril, en el VI Congreso del Partido Comunista. En estos días, en la prensa internacional proliferan las crónicas sobre un proceso en el que 1,3 millones de cubanos perderán el empleo y tendrán que espabilar e integrarse en el nuevo ejército de cuentapropistas destinado a cambiar la estructura económica de la Isla. A veces, no siempre, se cuenta que el problema no es perder el sueldo (unos 14 euros de media).

Como explican algunos diplomáticos europeos, que realizan su trabajo en La Habana, lo que se pierde con el puesto de trabajo es la posibilidad de ‘resolver’, de realizar esos pequeños hurtos gracias a los cuales la población puede sobrevivir. También algún cronista narra que los ‘disponibles’ tienen derecho a una indemnización igual a un mes por cada diez años trabajados que, sin duda, ni los miembros más neoliberales del Partido Popular español se atreverían a proponer como fórmula para flexibilizar el mercado laboral.

Otros comentaristas apuntan además que lo que no se dice, y quizá sea peor aún, es que ninguno de esos desempleados va a tener derecho a cualquier otro tipo de prestación posterior similar a los subsidios de paro españoles. Nada de nada. Si usted trabajo 30 años en Cuba y ha sido designado para perder su medio de vida por una de esas ‘estrambóticas’ comisiones en las que los sindicalistas ofician como delatores, le dan 42 euros y se olvidan de que existe. Eso sí que es socialismo del siglo XXI, camaradas.

Además, los analistas callejeros de Radio Bemba (nombre con el que se conoce en Cuba a la circulación de los rumores) muestran una gran preocupación por estas reformas económicas que va a llevar a cabo Raúl Castro para ‘salvar’ la Revolución. Hay hasta quien dice, siempre en voz muy baja, por supuesto, que quizá no estuviera tan mal dejar que se ahogara. Una cosa ya se sabe. Aunque la cartilla de racionamiento adelgace día a día, los cambios de sexo serán gratis.

Al menos eso aseguró hace muy poco el ministro de Economía, Marino Murillo, en la Asamblea del Poder Popular ante la pegunta al respecto que le planteó un diputado. Murillo dijo además que «todo lo que tenga que ver con la salud de las personas en Cuba, jamás en la vida se va a cobrar. Eso se mantiene». Afirmación a los que algunos malintencionados comentaristas han añadido las palabras de momento.

Las reformas sociales, en cambio, no han encontrado un apoyo total en una institución fundamental en la isla caribeña; la Iglesia. Y eso, según Radio Bemba, es un problema debido a la trascendencia social que tiene la religión en la cultura popular del pueblo cubano.

Las discrepancias han sido manifestadas en ‘Palabra Nueva’, una publicación de la Arquidiócesis de La Habana, feudo del cardenal Jaime Ortega. En ella, el econoista Orlando Freire ha señalado que «tras varios meses de tanteos sobre los cambios que debían realizarse para actualizar nuestro modelo económico, las autoridades se han decidido por la menos audaz de las reformas que poseían en su arsenal: ampliar el trabajo por cuenta propia (privado)». Freire también critica que el Estado no se haya desprendido de ninguna de sus propiedades.

Hay observadores que echan de menos en estas críticas a la tradicional sensibilidad social de la Iglesia, sobre todo porque no se manifiesta inquietud alguna por la forma en que van a producirse los despidos anunciados. A pesar de sus matizaciones, la Iglesia ha reconocido que el trasvase de trabajadores públicos al sector privado, cuando tenga lugar, conllevará «un cambio del sistema».

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