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EEUU tumba la Cumbre de Cancún con su escaso entusiasmo

Malos humos

Japón se ha cansado de esperar. El país nipón ha anunciado que no renovará sus compromisos con el segundo Protocolo de Kioto y se convierte en el tercer gigante económico, tras China y EEUU, que abandona el esfuerzo mundial por rebajar las emisiones contaminantes. Entre los Estados del subcontinente americano, Bolivia ha denunciado reuniones secretas al margen de la ONU y Ecuador busca apoyo económico para no explotar sus reservas petroleras. El resultado va parejo a la expectación creada. Nada se avanzará en la Cumbre de Cancún. Japón se ha cansado de esperar. El país nipón ha anunciado que no renovará sus compromisos con el segundo Protocolo de Kioto y se convierte en el tercer gigante económico, tras China y EEUU, que abandona el esfuerzo mundial por rebajar las emisiones contaminantes. Entre los Estados del subcontinente americano, Bolivia ha denunciado reuniones secretas al margen de la ONU y Ecuador busca apoyo económico para no explotar sus reservas petroleras. El resultado va parejo a la expectación creada. Nada se avanzará en la Cumbre de Cancún.

El segundo Protocolo de Kioto, firmado en 1997 en la ciudad japonesa, ha sido planteado en los últimos años como una de las soluciones viables para reducir las emisiones de gases contaminantes a la atmosfera. Sin embargo, lejos de cumplirse, como suele ocurrir en cuestiones que tocan directamente a la industria y por tanto a la economía, ni tan siquiera aquellos países que lo han ratificado cumplen lo firmado.

Según el anexo de dicho Protocolo, el grupo de países desarrollados se comprometía a rebajar sus emisiones en un alto porcentaje hasta el 2020. La Unión Europea anunció su intención de reducir un 20% sus emisiones de CO2, mientras que Canadá, Rusia, Australia o Japón informaron de que harían algo similar. Por el contrario, la propuesta del presidente de EEUU, Barack Obama, de rebajar las emisiones del país un escaso 4% hasta esa fecha y el mantenimiento de la decisión de su predecesor de no firmar los acuerdos de Kioto, han terminado por cansar a los mandatarios de Japón y Rusia.

Akira Yamada, representante del Ministerio de Exteriores japonés, ha sido muy claro en sus declaraciones, el Protocolo de Kioto no es forma de afrontar el cambio climático. «Sabemos que muchos países en desarrollo insisten en un segundo periodo de cumplimiento de Kioto, pero creemos que no es justo. No es una forma justa de afrontar el cambio climático. Las emisiones del Anexo I (los países obligados por Kioto) solo cubren el 27% y ese porcentaje bajará más y más. Necesitamos a todos los grandes emisores dentro».

Yamada estaba mirando a EEUU, que no ratificó el acuerdo, pero también miraba a China, India y Brasil, que no están obligados por el Protocolo de Kioto. En este contexto, la Cumbre de Cancún no solo no aportará nada, salvo sorpresas, a la lucha contra el cambio climático, sino que dejará además un rastro de incapacidad muy peligroso de cara a la realización de una labor que tanto afecta al futuro relativamente inmediato.

El panorama es complejo y desalentador. Los cálculos políticos y económicos siguen marcando unas reuniones a las que ya nadie presta atención por considerar que tienen un resultado demasiado claro antes de que se inicien. Cada Estado antepone sus necesidades y cada Gobierno prima la imagen que darán ante su ciudadanía. A la petición del representante hindú de que se fijen cuotas obligatorias para todos los países, le sigue la crítica alterada de los partidos de oposición al gobierno de la India.

En un tiempo de crisis económica, los compromisos climáticos, que necesitan de esfuerzos económicos, no son rentables ni económica ni electoralmente, y lo ocurrido con Ecuador o Bolivia es un buen ejemplo de ello. El embajador boliviano, Pablo Soplón, representante de su país en la Cumbre, abandonó las conversaciones denunciando, como ya hiciera en la Cumbre de Copenhague, conversaciones de varios países al margen del proceso que dirige la ONU. Hay quien asegura que lo que Bolivia busca es proteger su gas y petróleo.

El caso de Ecuador el diametralmente opuesto. El país, que necesita de ingresos extra a causa de la mala situación de las arcas públicas, se ha embarcado, bajo el impulso del presidente Rafael Correa, en una iniciativa poco menos que curiosa. El mandatario ecuatoriano busca donantes que aporten cerca de 3.600 millones de dólares (2.715 millones de euros) a cambio de no explotar los 800 millones de barriles de petróleo que posee en la selva amazónica.

En los últimos años, el proyecto ha recibido una enorme promoción en el mundo, pero poco apoyo financiero. Por ahora, el gobierno afirma que ha conseguido alrededor de 2 millones de dólares aportados por España, Italia y una región de Bélgica. Se trata de un pobre esfuerzo que ha llevado al presidente Correa a afirmar que “tampoco vamos a ser tontos útiles de nadie. Si no hay corresponsabilidad de la comunidad internacional tendremos que explotar con toda responsabilidad ambiental y social ese petróleo».

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