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El teatro argentino resiste la crisis contra viento y marea

"Tenemos resiliencia y la gran ventaja de la idiosincrasia de la clase media. Cuando tiene algo de plata en el bolsillo sale a comer, al cine o al teatro".

Teatro

La vida es sueño para miles de personas que convierten de noche a Buenos Aires en una de las mayores plazas teatrales del mundo, con una resistencia a la crisis económica que asombra.

Si se lanzara un dron a sobrevolar la capital argentina un fin de semana o la víspera, podría verse la pasión que despierta el arte escénico. Sería un viaje desde las fascinantes luces de la calle Corrientes, como una Broadway en el centro histórico, hasta las pequeñas salas en los barrios.

«Tenemos resiliencia y la gran ventaja de la idiosincrasia de la clase media. Cuando tiene algo de plata en el bolsillo sale a comer, al cine o al teatro», argumenta un hombre clave de la movida, el productor Sebastián Blutrach, quien a los 50 años es el presidente de la Asociación Argentina de Empresarios Teatrales (AADET).

Mas de 200 salas de teatro, la mayoría independientes, y unas 30 comerciales compiten en el ránking con Nueva York, Londres, París, Berlín, Madrid o Barcelona.

Abren pese a la inflación, la recesión y tarifas de electricidad que aumentaron casi 1.500% en cuatro años.

«El teatro no genera millonarios. Es un negocio artesanal de altísimo riesgo. Uno pone el valor de un apartamento la noche del estreno y el precio se convierte en intangible, pasa a valer cero. Con tasas de interés de 70% es una locura hacerlo. Pero con un éxito pagamos entre tres y cinco fracasos», explica el empresario, dueño del Teatro del Picadero.

Ave Fénix

«En 2005 se vendieron 2 millones de tickets. El ‘boom’ fue en 2011 con 3 millones. Pero en los últimos cuatro años la caída acumulada real en la taquilla es de 50%», afirma el productor del mayor éxito teatral en Argentina, «Toc Toc», del francés Laurent Baffie, con casi 10 años en cartel.

Una entrada cuesta en promedio el equivalente a 15 dólares. El Picadero, con 300 butacas, es un templo de la resistencia, un símbolo. En 1981, la dictadura actuó como Nerón. Lo incendió y destruyó.

Fue aquel un intento de aplastar el mayor movimiento cultural por la libertad de expresión Teatro Abierto, con decenas de obras a estrenar. La dictadura (1976-83) se fue y el Picadero renació de sus cenizas, en el límite oeste de Corrientes, «la calle que nunca duerme», con sus teatros, librerías y cafeterías.

Está por empezar la función del drama con pasos de comedia «Siete años», del español José Cabeza.

En un camarín se maquilla frente a un espejo con candilejas la actriz Florencia Raggi. Luce enaguas con encajes, a punto de ponerse remera y pantalón para salir a escena.

«El teatro resiste. Hay talento en escritores, actores… Hay mucho amor y devoción», responde Raggi, una exmodelo de 47 años con más de 20 sobre las tablas.

Todo a pulmón

A unas 30 calles de allí, en medio de casas antiguas de una sola planta, en el barrio de Villa Crespo, funciona una sala del «Off Corrientes». Es el Patio de Actores, creado por Clara Pizarro, que hizo pintar la fachada de azul y plantó en la vereda un fresno y un jacarandá.

«Esto va más allá del dinero. Es una enorme pasión por venir a estudiar, a investigar. Hay un pequeño subsidio estatal. Para sobrevivir se alquila la sala para ensayos», plantea Pizarro, productora y directora del espectáculo «Madame Sabo Cabaret». En la obra una travesti narra una pasión amorosa de dos revolucionarios con estética del cabaret berlinés de los años 1920.

Es un unipersonal del artista Max Accavallo. «Cuanta más crisis hay, más se recurre al teatro. Hay mucha resistencia. Es una experiencia surrealista», reflexiona en un altillo, mientras se acomoda una peluca y se enfunda una bata de seda.

Los sueldos de los artistas bajaron. Hacen falta tres o cuatro trabajos para sobrevivir y de vez en cuando hacer publicidad o pequeños roles en TV y tampoco alcanza.

Sentada en un sillón de un cálido y florido patio, bañado por rayos de sol de las claraboyas, una gloria del teatro, la actriz, autora y directora Helena Tritek explica que «hay una necesidad de expresarse, de hablar, contar historias y leyendas».

A los 78 años, quien estudió con Lee Strasberg en el Actors Studio de Nueva York dice que «el teatro de nuevo resiste, es casi milagroso». Contra viento y marea.

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