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Tráfico vial

El desafío de sobrevivir en el tráfico vial de la Ciudad de México

"La policía silba pero a nadie le importa, las autoridades públicas son percibidas como corruptas, codiciosas, nadie confía en ellas ni las respeta".

Ciudad de México

La escena es demencial: en una intersección del centro de la Ciudad de México, policías de tránsito silban sin cesar mientras agitan vigorosamente los brazos para detener el flujo de automóviles pero, sin éxito, decenas pasan a la fuerza.

Al mismo tiempo, los autos que esperaban en una calle transversal también entran en la intersección. Zigzaguean para «torear» a los demás, obligando a los peatones a correr para salvar sus vidas al cruzar la avenida Chapultepec, una de las arterias más importantes y también de las más obstruidas.

El cuadro dantesco lo completan otras decenas de automóviles que frenan brutalmente, todos en una ensordecedora sinfonía de bocinas y neumáticos chirriantes que se ejecuta sobre un asfalto muy degradado.

«Es un horror», espeta Rubén Esposito, de unos 30 años. «Nadie se detiene ante nadie, el que puede pasar, pasa».

Su amiga, Regina Serratos, confirma: «Debemos estar alertas, los autos se pasan los altos de los semáforos y no respetan los pasos para peatones».

Los innumerables ciclistas, la mayoría de ellos sin casco, luchan por mantenerse con vida, al igual que los usuarios de scooters eléctricos y patines motorizados operados por un control remoto.

Solo por milagro, bajo el sol de esta hermosa mañana de noviembre y ante la mirada desconcertada del periodista de la AFP, no hay muertos ni heridos. A pocos pasos, otros agentes observan la escena, impasibles.

«La policía silba pero a nadie le importa, las autoridades públicas son percibidas como corruptas, codiciosas, nadie confía en ellas ni las respeta», explica a la AFP un alto funcionario del Consejo de la Ciudad de México que prefiere el anonimato.

«Además, la mayoría de las veces, los automovilistas no tienen idea de por qué les silban», expone.

Licencias sin examen

Y con razón. En la Ciudad de México, como en varios estados del país, el permiso de conducir no se obtiene con un examen, se compra. Una identificación, un comprobante de domicilio y el pago de 754 pesos (unos 35 euros) son suficientes.

Y para manejar motocicletas la licencia sólo es un poco más cara, pero se piden los mismos requisitos, más un seguro de responsabilidad civil vehicular para poder circular por vías, puentes y carreteras federales.

Otra explicación para este caos urbano: el ministerio de Seguridad ha definido que la tarea de los policías de tránsito es agilizar el tráfico, no proteger a los peatones y ciclistas. Una característica particularmente preocupante para la seguridad de estos, especialmente si hablamos con los taxistas.

«Bicicletas y scooters son como motocicletas: una plaga. A veces puedo prestar atención a su paso, a veces no», confiesa el taxista José Carlos Mendoza, de 59 años, conduciendo un Chevrolet martirizado por brutales aceleraciones.

En este caos, la pérdida de tiempo es también abrumadora. El canal Imagen TV, que clasifica a la Ciudad de México como «la peor ciudad del mundo en términos de tráfico», calculó que cada día un automovilista pierde un promedio de 59 minutos en grandes embotellamientos, casi dos semanas al año.

Un informe del YouTuber y arquitecto mexicano «Sinueton», con casi 250.000 seguidores, también dibuja una imagen catastrófica.

«Sinueton» explica que las ciudades residenciales construidas en las afueras de la metrópoli de más de 20 millones de habitantes requieren el uso constante del automóvil.

Sin embargo, algunas medidas se implementan gradualmente. Las cámaras de compañías privadas ubicadas en ciertas avenidas para cobrar multas han sido reemplazadas por un programa oficial: «FotoCívica 2019».

«En lugar de cobrar a las personas sin educarlas, hemos establecido un sistema de sanciones cívicas basadas en el servicio comunitario», dijo a la AFP la Nadjeli Babinet, directora de la secretaría de Transporte de la Ciudad de México.

«Poder absoluto»

Se ha anunciado un plan para 2024 para proteger mejor a todos los usuarios de las vialidades sin excepción, según varios medios mexicanos.

Pero el panorama está lejos de ser alentador. Habitantes de la capital mexicana narran que habitualmente ven a agentes en motocicletas pedir a los automovilistas que no se estacionen en las ciclovías, estacionen en doble fila o descarguen un camión en medio de una avenida, también sin mucho efecto.

«La mayoría de las veces, los automovilistas no tienen la menor idea de que están haciendo algo mal», dice Babinet. «Se han acostumbrado a la idea de tener poder absoluto, estamos tratando de cambiar esta cultura».

Muchos automovilistas protestan incluso con violencia cuando, de acuerdo con la ley, se les coloca en las llantas de sus autos un candado para inmovilizarlos cuando cometen una de esas faltas.

La cultura automovilística en esta ciudad tiene un precio alto. El número de accidentes de tráfico en México es aterrador.

En 2018, en áreas urbanas y periféricas hubo 365.167, una ligera disminución en comparación con 2017, según datos proporcionados por INEGI (Instituto Nacional de Estadística y Geografía). Estos mismos accidentes dejaron 4.227 muertos y 89.191 heridos, una leve reducción también en comparación con 2017.

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