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Joaquín Díaz

Joaquín Díaz

Dicen los ingenieros de sonido que trabajaron con él en la década de los setenta del pasado siglo que Joaquín Díaz, el maestro español del folk, era un valor seguro en los estudios. Un intérprete preciso y con la lección aprendida que pocas veces tenía que hacer más de una toma de cada canción. Dicen los ingenieros de sonido que trabajaron con él en la década de los setenta del pasado siglo que Joaquín Díaz, el gran maestro español del folk, era un valor seguro en los estudios. Un intérprete preciso y con la lección aprendida que pocas veces tenía que hacer más de una toma de cada canción que grababa.

Toda una bendición en aquellos tiempos en los que no había programas de edición y afinación, ni posibilidades de cortar y pegar ni ‘autotune’. Díaz estaba acostumbrado a hacer las cosas a la primera a cantar y tocar bien y a medirse con sus limitaciones en directo. Sobre los escenarios, en los platós de televisión o en la radio.

Por cierto que en aquellas radios de entonces, hasta en las más comerciales, había espacio para un artista como Díaz. Un hombre que iniciaba sus conciertos con unos cuantos temas seleccionados del legado sefardí, seguía con romances y cantares tradicionales españoles y remataba la faena con temas populares internacionales cantados en el idioma original.

Y no, ni Díaz ni los locutores que le programaban tenían la menor idea de que aquello eran ‘musicas del mundo’. No hacía falta. El folk, era una música de moda en el mundo, defendida por sabios con pinta de jugar de baloncesto como Pete Seeger, hoscos cantautores como Bob Dylan o chicas soñadores de pelo largo y sedoso y voz maravillosa como Joan Baez.

En ese mismo equipo jugaba Joaquín Díaz. Y tenía habilidad suficiente para despuntar. Aunque dejó de actuar demasiado pronto, en 1974, para dedicarse a lo que de verdad le gustaba: la investigación etnográfica y a crear una fundación en Urueña que asegura la permanencia de su legado y de toda la sabiduría popular que ha ayudado a conservar y perpetuar.

Resulta muy agradable encontrarse de nuevo, o por primera vez, con aquel guitarrista barbudo que deambulaba por las emisoras de radio en la década de los setenta. Una gozada de la que podemos disfrutar gracias a Rama Lama, esa discográfica impagable, que ha recuperado aquellas grabaciones, para que ustedes las encuentren en los puntos de venta habituales.

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