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Colombia no sale del laberinto

Juan Manuel Santos, presidente de Colombia

La consulta provoca estupor occidental que no entiende qué ha podido fallar. Colombia ha decidido asomarse al abismo. Esa es la sensación occidental sobre lo acontecido en el referéndum de este domingo, donde el 50,21% de la población votó en contra del acuerdo que el gobierno de Juan Manuel Santos alcanzó con las FARC tras más de cuatro años de negociaciones en La Habana. Un resultado tan sorprendente como la baja participación (37%) en un proceso electoral que decidía el futuro de una guerra que lleva más de 50 años desolando el país. Es cierto que la abstención suele ser un fenómeno muy expandido en toda América Latina, la desigualdad y las distancias rurales dificultan el ejercicio del voto, sin embargo, nadie esperaba que solamente 12.808.858 personas decidieran votar.

El mapa general del referéndum revela una polarización constatable entre las zonas periféricas y las centrales. Allá donde la guerrilla ha tenido mayor influencia y ha provocado mayor sufrimiento – las zonas rurales y la periferia – ha salido victorioso el ‘sí’ al acuerdo, mientras que en las zonas centrales y en grandes ciudades – salvo Bogotá – el ‘no’ ha sido el voto predominante.

Desde Europa se observa el resultado con cierto estupor. ¿Qué ha podido salir mal?

Son tantas las intrigas como las posibles respuestas. Inicialmente, la gran abstención producida en las zonas más favorables al acuerdo. En regiones costeñas como la Costa Caribe, Atlántico o Bolívar la participación estuvo sobre el 25%, mientras que ciudades como Medellín o la región de Antioquia – capital del Uribismo – la participación superó la media del país.

Este desapego de las zonas periféricas puede estar motivado por la en sí dificultad de desplazamiento para mucha parte de la población, pero la excesiva confianza en la victoria del ‘sí’, basada en las encuestas, y la presencia del huracán Matthew no han ayudado en nada a paliar la poca movilización. Por ejemplo, en La Guajira la abstención llegó al 81%. Sólo votaron dos de cada diez guajiros e incluso se barajó la posibilidad de ampliar en dos horas la jornada de votación. Algo que finalmente se desestimó.

Esa es una de las causas que podría explicar el resultado, como la fractura interna que el gobierno de Juan Manuel Santos lleva tiempo arrastrando. La Ejecutiva de Santos no gozaba de gran popularidad entre los colombianos y en un referéndum, como se vio en Reino Unido, también se vota para castigar políticamente. Es erróneo considerar que los que votaron ‘no’ al acuerdo quieran perpetuar la violencia, o que hayan votado en contra de la paz. Esos votantes tienen sus razones, y como suele suceder en estos procesos, el principal derrotado es quien negocia por la paz.

En España sucedió con Jesús Eguiguren, apartado al ostracismo, y en Colombia de momento es Juan Manuel Santos quien paga el pato. Siempre levanta sospechas en la población quien negocia por la paz, porque de alguna manera consideran que se cede ante los violentos. A pesar de que en Colombia el terror también ha procedido del Estado, con las Autodefensas Unidas de Colombia. Los votantes del ‘no’ han votado, según ellos, no a la impunidad, no a la generosidad en materia política, no al acuerdo en el reparto de tierras y no a Juan Manuel Santos. Han votado no a un acuerdo que consideran benevolente con la guerrilla.

Colombia es un país donde se vota escorado a la derecha. Conservadores y liberales compiten el trono de un país que quiere alejarse de los postulados izquierdistas. Muchos de los ciudadanos asemejan esa ideología a las FARC, y posiblemente reaccionan ante ella votando en favor de la ‘disciplina’ y la no condescendencia.

Otro de los factores ha podido ser la fractura interna que hay en la Ejecutiva, donde el vicepresidente, Germán Vargas Lleras, muy influyente en la región de El Caribe, no ha hecho campaña por el sí’. Tampoco por el ‘no’, pero no ha intentado movilizar a una región que podría haber resultado determinante para remontar esos 50.000 votos.

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