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El día en el que Pinochet atentó en Washington

Placa en memoria de Orlando Letelier y Ronni K. Moffit

En un lateral de Sheridan Circle, una glorieta con nombre de general en el barrio diplomático de Washington, los adoquines elevan sobre el suelo una placa de metal. «Justice, Peace, Dignity». Justicia, paz, dignidad. En un lateral de Sheridan Circle, una glorieta con nombre de general en el barrio diplomático de Washington, los adoquines elevan sobre el suelo una placa de metal. «Justice, Peace, Dignity». Justicia, paz, dignidad.

En ese lugar, el 21 de septiembre de 1976 explotó el automóvil en el que se desplazaba por la ciudad el chileno Orlando Letelier. Junto al ex canciller de Salvador Allende, aquella mañana murió su asistente estadounidense Ronni K. Moffit. El marido de la joven resultó herido.

«Fue el primer ataque terrorista cometido por un Gobierno extranjero en la ciudad de Washington», afirma cuatro décadas después el embajador Juan Gabriel Valdés, que entonces trabajaba con Letelier en el Instituto de Estudios Políticos (IPS por sus siglas en inglés). Cinco minutos a pie separan a Sheridan Circle de la legación, que se encuentra sobre la avenida Massachusetts.

A la glorieta acudirán este viernes la presidenta Michelle Bachelet, los hijos y los nietos de Letelier y funcionarios de alto rango estadounidenses para honrar su memoria, cuatro décadas después de ser asesinado por el Gobierno de Augusto Pinochet.

Es el acto más importante del 40 aniversario de un hecho que conmocionó al exilio chileno.

En los 140 documentos desclasificados que el secretario de Estado John Kerry entregó el año pasado a Bachelet durante su visita a Chile se apuntala la autoría del régimen de Pinochet. Y Chile confía en recibir esta semana otros 60 que aún no tiene en su poder y en los que cree que están las pruebas definitivas de que la orden de matar a Letelier salió del dictador en persona.

En el 40 aniversario del asesinato de Letelier, en Washington se lo recuerda también con una exposición sobre su recorrido político a través de objetos y documentos, que será inagurada por Bachelet el viernes en la Organización de Estados Americanos (OEA). Además, en el Katzen Museum de la American University cuelga ya desde hace días el mural «Todas las manos», realizado por el artista Francisco Letelier, uno de los hijos del ex ministro.

Letelier, nacido en 1932 en Temuco, se había convertido en la principal voz del exilio chileno contra Pinochet, que le retiró la nacionalidad pocos días antes de que un sicario activara por control remoto la bomba que habían colocado en los bajos del automóvil y que lo voló por los aires. Estaba considerado como uno de los pocos con capacidad para constituir un Ejecutivo chileno en el exilio y su presencia en Washington, donde todo el mundo lo conocía, era peligrosa para la dictadura.

Ministro de Exteriores, del Interior y de Defensa de Allende, había sido uno de los primeros detenidos tras el golpe de 1973. Llegó a Washington tras ocho meses en la cárcel política de la isla de Dawson y un posterior exilio en Venezuela, donde fue enterrado inicialmente por su familia antes de que, caída ya la dictadura, su cuerpo regresara a Chile.

«No tenía miedo. Pensaba que si iban a atentar contra él no iba a ser en Washington porque no se iban a atrever. Nosotros vivíamos paranoicos pero él no», recuerda el embajador Valdés.

Había habido llamadas de télefono amenazantes, papeles por debajo de la puerta, hombres sospechosos en la calle, habían desaparecido llaves de la casa y del automóvil, pero Letelier nunca pensó que Pinochet fuera a intentar matarlo allí.

Pocos meses después del atentado, el demócrata Jimmy Carter sustituyó en la Casa Blanca al republicano Gerald Ford y rompió la cercanía con la dictadura de Pinochet que había mantenido el país bajo el mando diplomático del secretario de Estado Henry Kissinger.

El cambio no evitió, sin embargo, que tras la muerte de Letelier hubiera una ofensiva contra él. Desde el entorno de Pinochet y de Kissinger se intentó convencer de que había sido agente soviético, colaborador de la Cuba de Fidel Castro, y que su asesinato respondía a un ajuste de cuentas entre agencias de inteligencia. El FBI exploró todas las hipótesis, también el crimen pasional. La investigación duró una década.

Manuel Contreras, jefe de la DINA entre 1973 y 1977, fue condenado en 1993 en Chile por el atentado, que ejecutó el agente de la CIA al servicio de la policía secreta de Pinochet Michael Townley.

«Hay un pasado extraordinariamente negro entre Chile y Estados Unidos que comenzó a arreglarse con el presidente Carter», dice el embajador Valdés. Barack Obama también ha contribuido a cerrar la herida con la decisión de su administración de entregar los documentos desclasificados, los últimos de los cuales espera el país latinoamericano estos días. «Nos ayudarán a reconstruir una historia dolorosa para ambos. Pero damos por descontado que desde la transición, la relación bilateral ha sido buena y respetuosa».

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