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El chavismo sigue aferrándose a la ‘guerra económica’ para justificar su derrota electoral

Nicolás Maduro, presidente de Venezuela

La guerra económica produjo la debacle electoral del chavismo. Una mentira repetida mil veces se supone que se convierte en verdad. Pero ésta en la que insiste el Gobierno ha desafiado esa lógica. La guerra económica produjo la debacle electoral del chavismo. Una mentira repetida mil veces se supone que se convierte en verdad. Pero ésta en la que insiste el Gobierno ha desafiado esa lógica. Y desde el poder despliegan un brutal mecanismo de amenazas y engaño: la masa no razona –piensan ellos- así que vamos a contar mentiras.

Este hombre vive en un proyecto. En un país que alguien le dibujó en un cuadernito. En una ilusión de futuro que mezcla delirios y engaños. Nicolás Maduro heredó una idea. También un desastre que se encargó de empeorar con mucho afán. Su discurso siempre está en el mañana: en lo que hará. En lo que dice que va a hacer. Es una promesa sin combustible que avanza por la inercia del despeñadero. No pudo. No podía. Nunca fue posible. Pero es una idea fija que aun trata de vender a un público que ya perdió la fe.

Su reacción a la derrota del 6 de diciembre es un prolongado berrinche lastimero y agresivo. No estaba preparado para perder. O al menos no de esa manera. Porque en su claustro de poder eso no se concibe. En ese mundo de escoltas y paranoia, apuestan siempre a que la masa es estúpida. A que el pueblo al que dicen representar no piensa, no razona, solo está ahí para obedecer a cambio de migajas y más promesas.

Ahora brama su rabia, su frustración. Y el coro de los poderosos repite el discurso. Miran a los lados buscando culpables mientras esquivan el enorme espejo de la realidad que los muestra a ellos en su justa dimensión de fracasados. Que el pueblo se dejó engañar, sueltan la hipótesis a ver si cuaja. Que los líderes de la base partidista lo hicieron todo mal. Que la conspiración del imperio y la derecha. Que se infiltraron los corruptos y los burócratas. Paja por montones. La máquina de producir gamelote trabaja las 24 horas del día.

Se aferra Maduro al cuento de la guerra económica. Es el pilar de su defensa. La inflación, el desabastecimiento, la escasez: todo es por la guerra económica. Él trata de combatirla –eso dice- pero el enemigo es fuerte. Y la conspiración es absoluta: desde Polar hasta los productores de huevos. La paliza de las elecciones regionales también es consecuencia de la guerra económica. Los más de 2 millones de votos por los que los candidatos de la Unidad superaron a “los hijos de Chávez” tienen su explicación ahí: esa gente fue manipulada en las colas y en el ir y venir persiguiendo productos de supermercado en supermercado.

Ya en abril de 2015 no le creían. Una encuesta de Datanálisis mostró entonces que 49,5% de la población responsabilizaba al Gobierno por el desabastecimiento. Por esos días Venebarómetro determinó que 71,2% evaluaba de forma negativa la gestión de Maduro y que 57,3% le hacía responsable de la escasez y la inflación. En agosto, un estudio de campo de IVAD –la encuestadora de Félix Seijas- reflejó que 80,6% de los venezolanos calificaba como mala la situación del país y 62,1% señalaba al Presidente y a su Gobierno como los principales responsables de la crisis económica. 69,4% de los encuestados fueron claros: la guerra económica es una ficción chavista.

Esa historia aireada como bandera de campaña no funcionó. Y no está funcionando ahora como excusa ante el revolcón electoral. Pero él insiste en mentir. Y la dirigencia chavista –salvo excepciones- le sigue el juego, se suma a la farsa porque así han operado siempre: el discurso en bloque es la línea que baja desde la sala de estrategias. Casi nadie le cree ya. Solamente los duros. Pero esos no alcanzaron a la hora de votar y a partir de enero la Asamblea Nacional la controlará el bloque opositor.

La respuesta a la inédita situación adversa es redoblar la apuesta a la mentira. Insistir en que la masa carece de la inteligencia suficiente. Estamos batallando, dice. No me voy a entregar, chilla. Te van a quitar lo que el Comandante y yo te hemos dado, miente. Ya no voy a hacer más viviendas, amenaza. La brutal ofensiva del engaño está en marcha: cada palabra de un diputado opositor puede ser utilizada para fabricar un rumor, para crear una mentira que se ventila con descaro. Hay que generar miedo. Cohesionar a los fieles, asustar a los tibios y a quienes se voltearon. El nuevo aliado de la guerra económica es esa mayoría calificada que obtuvo el enemigo. Por eso dice cualquier cosa. Por eso la dirigencia chavista fabula, crea leyendas de terror.

¿La gente es así de tonta como ellos piensan? No hay que olvidar que estos fueron los mismos personajes que dijeron que Hugo Chávez estaba recuperándose y gobernando fuerte como un buey desde La Habana. Los mismos que han hablado de un supuesto atentado con aviones Tucano; de planes de magnicidio en Costa Rica y Ecuador; de envenenadores venidos desde Colombia para acabar con la vida de Maduro; de sicarios colombianos y salvadoreños; de flotas de aviones de combate a las órdenes de Henrique Capriles; los mismos que atribuyen el desastre eléctrico al saboteo y a las iguanas y no a su inoperancia; los mismos que asomaron que a Chávez le habían “inoculado” el cáncer; los mismos que juran que la oposición se hizo autoatentados durante la campaña cuando todos vimos quiénes eran los que blandían pistolas y armas de guerra; los mismos que aseguran que los hueveros escondieron los huevos para desestabilizar; los mismos que ocultaron los boletines epidemiológicos en plena avanzada del dengue (y todavía lo hacen); esos que no revelan las verdaderas cifras de la inflación ni las de asesinatos; los mismos que no rinden cuentas de nada, los que tienen el poder de multiplicar las casas.

Son, en fin, los embusteros de siempre. ¿Quién les cree? ¿Tú les crees?

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