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EL NUEVO MODO

Economía XXIV

Finalmente, la liberalización. Es el último de los cinco procesos convencionales de la transición al mercado revisados en esta serie. Hito importante en nuestro trabajo, pero no su finalización. Falta aún camino –el más importante, por innovador- a recorrer. Finalmente, la liberalización. Es el último de los cinco procesos convencionales de la transición al mercado revisados en esta serie. Hito importante en nuestro trabajo, pero no su finalización. Falta aún camino –el más importante, por innovador- a recorrer.

Habrán notado –y lo reforzaremos en la conclusión que sobre ellos realizaremos en el próximo artículo- que nuestro manejo práctico de tales procesos es de conjunto y no de cada uno por separado, pues los riesgos de errores e ineficiencias son muchos.

La liberalización fue, sin embargo, el primero (y central) proceso transicional puesto en acción en Chile, en los ’70 del siglo pasado, caso pionero de aplicación de las ideas que luego darían lugar al Consenso de Washington, base conceptual inicial para las transiciones del comunismo al mercado conocidas a partir de 1989. Para muchos, valga como señalamiento del error, la liberalización es la transición.

En la leyenda alrededor de la conveniencia de los procesos de shock en transiciones, se cita mucho la anécdota según la cual Milton Friedman no lo pensó dos veces al recomendar a Pinochet aplicar una rápida liberalización, cuyos resultados inmediatos –presentes en otros procesos transicionales- todos los conocemos: dos largos años –más, en otros casos- de problemas, caídas, turbulencias y costos en variables-clave de la economía.

Por el contrario, experiencias diversas de liberalización, no necesariamente para el mismo tipo de transiciones, con resultados disímiles, nos indican la conveniencia de mayor evaluación de detalles, amplitud de criterios, parsimonia, gradualidad y manejo del “paquete” completo de medidas para la competencia global. Esto último es lo importante, no el logro de un éxtasis ideológico.

Japón pagó, con su deflación prolongada, las consecuencias de una temprana liberalización financiera y monetaria. Las opulentas dinastías del Golfo no han tenido que liberalizar para ostentar sus indiscutibles logros económicos y de estándar nacional.

China, por el contrario, se ha beneficiado del privilegio a la gradualidad. Es referencia a considerar. Es tanto lo de China, que solo ahora –casi cuarenta años después, con una economía exitosa e importantes flujos de capital extranjero- comienza a soltar la tasa de interés, internacionaliza su moneda y abre su cuenta capital de la Balanza de Pagos.

Y ello, condicionado a que pueda racionalizar su manejo financiero, aún frágil y en evolución. Desapalancar y ver surgir corridas bursátiles, por ejemplo, como ahora, daña el necesario espíritu de progreso y puede limitar el corto y el mediano plazo.

Hay que decir, en medio de la clara complicación del tema, que importa, como señalado, referir lo interesante, aunque riesgoso, del manejo de la complejidad necesaria. Lo haremos en el próximo capítulo. Nos resulta un reto interesantísimo.

Por ahora, vayamos a lo general del proceso. Convencionalmente, con especificidades, se acepta que el proceso de liberalización en transiciones tiene que ver con una solución liberal –en sentido económico- a la disyuntiva entre restricciones gubernamentales y actores económicos privados, con la procura de condiciones amplias en la libertad de acción de estos últimos.

Suena evidente en un proceso de transición al mercado. Pero, no de modo simplista, tanto cuando se verifica, en la realidad, la compleja y dinámica imbricación entre mercado y Estado en las economías exitosas de hoy.

En términos concretos, la liberalización refiere leyes e instituciones sobre precios, comercio, mercado laboral, impuestos, inversiones, sistema financiero, moneda, agricultura, la cuenta capital de la Balanza de Pagos, etc. En su extremo se consigue la desregulación, o plena actuación de las fuerzas de la “libertad de mercado”.

La liberalización no puede ser sino un valor de referencia permanente, que orienta el largo plazo; pero, cuyo logro progresivo se convierte en un tema privilegiado del diseño, caso a caso, de la gestión de la transición.

En la Venezuela que se prepara a una transición a la democracia y el mercado, con una larga y amplia tradición estatista, es mucho el espacio a ocupar por la inversión de riesgo y el mercado, muchas las ideas y prácticas establecidas a derrumbar, mucho espacio a abrir a formas nuevas de fomento y desarrollo de emprendedores y empresarios privados; pero, sin fundamentalismo de mercado, apresuramiento, caminos forzados y negación de los valiosos aportes del Estado, el arte del buen gobierno y la ciudadanía.

Habrá áreas de obvia y casi inmediata liberalización: propiedad y nacionalidad de la banca y de las industrias finales, por ejemplo. Habrá áreas de manejo gradual: como ya dicho, la política cambiaria y financiera. Habrá áreas de innovación en las formas de propiedad: las empresas petroleras, mineras básicas e intermedias y, eventualmente, otras ligadas a los recursos naturales. Habrá de inmediato apertura a asociaciones, concesiones y formas mixtas: en grandes puertos y aeropuertos, etc. Habrá liberalizaciones al mundo en áreas diversas, como servicios tecnológicos y otros. Y así, una lista larga a formular.

La revisión de las diversas experiencias mundiales será una consejera permanente. Sobre todo, los casos exitosos de cara al reforzamiento del modelo productivo. La acción será un despliegue de la gestión de Estado, no de ideas fijas y anclajes ideológicos. No deberemos ceder a etiquetas, sino a un sano pragmatismo.

El corazón duro de la transición al mercado se encuentra en los cinco procesos revisados: instituciones, estabilización, privatización, reestructuración y liberalización. Luego de revisados, nos toca la más difícil tarea: la mezcla óptima para el fin buscado: una Venezuela competitiva mundialmente y satisfecha internamente.

* Santiago José Guevara García

(Valencia, Venezuela)

[email protected] /@SJGuevaraG1

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