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La unión de la oposición llega en un momento complicado para Maduro y su gobierno

El temor del chavismo

Nicolás Maduro, presidente de Venezuela

La decisión de ir a las elecciones unidos como nunca antes sorprende al gobierno en el peor de sus momentos. Sin dinero, sin una brújula que funcione para todos y donde la palabra cambio, que es mágica en publicidad, solo la puede utilizar el oponente. Cunde el pánico en el chavismo y en los ex chavistas que aspiran a seguir en el poder. Se les notan las costuras del miedo a lo que suponían el triunfo contra una barrera invencible, una talanquera imposible de saltar. Pero en la oposición funcionó la cordura y, probablemente, también oyeron los números de una que otra encuesta que predecía el descenso en la popularidad de quienes antepusieran su ego a los del país o el futuro de su partido al del pueblo al que aseguran luchar y defender. Hoy, las posibilidades del triunfo se aceleran, mientras el gobierno busca responder en cámara rápida a ver si gana tiempo, como la decisión de hoy de revertir la orden de Sunagro de enviar 70 por ciento de los alimentos a los mercados distribuidores del Estado. Tremendo error que ya no se pueden dar el lujo de cometer, como muchos otros que comenzarán a revisar en los días por venir.

Tanto debe haber golpeado la sabia decisión de los partidos de la oposición de ir en cambote a las elecciones parlamentarias, que el Presidente -cada vez más descolocado-, se lanza un discurso desde el Poliedro que lo podría haber dicho Henrique Capriles sin mayores problemas. «Vamos a acabar con la burocracia, con la corrupción, con la delincuencia», dijo Maduro en tono de promesa electoral y escondiendo el pequeño detalle de que tiene en sus bolsillos una Ley Habilitante que le permite hacer todo lo que le venga en gana. O casi todo, como por ejemplo reducir la burocracia, la corrupción -que siempre se ha definido como un ejercicio que se ejecuta desde el poder- o acabar con la delincuencia. Pero no al estilo Alfredo Peña -plomo al hampa-, sino generando empleos de verdad y no creer en esa comiquita que inventaron los bien pagados asesores de Elias Eljuri cuando estaba al frente del INE, y que consistió únicamente en cambiar las palabras para que, en lugar de «empleado» se dijera «ocupado». Y resulta que ocupado en Venezuela es hoy desde un Viceministro -muy ocupados siempre defendiendo al gobierno en Twitter- hasta un bachaquero. Sin contar que, viéndolo bien, hasta un hampón es un «ocupado» que se pasa el día de aquí para allá, muy ocupado viendo a ver a quién roba o secuestra más fácilmente, toda una actividad muy lucrativa, como se desprende de su veloz incremento

Frente a ese acelerar buenas acciones frente a una MUD robustecida, sólida y coherente, el ministro de Educación, Hector Rodriguez, informó ayer la eliminación de la legalización y certificación de títulos y notas por parte de su ministerio:»Estas son notas y títulos que da el ministerio de Educación y luego le pedimos a los graduados que vengan nuevamente a la oficina central del ministerio de Educación para certificarle que las notas y títulos que les dimos son ciertos o no», señalo, en un ejemplo perfecto de lo que ha sido el caminar en círculos de la burocracia estatal, solo a que ahora, vaya casualidad, se han percatado de semejante incongruencia. Y el ministro lo anuncia en el mismo acto donde el Presidente desmintió a la «derecha» porque inventaba que los jóvenes venezolanos estaban huyendo del país, precisamente esos jóvenes que hacen cola, día tras día, en el Ministerio de Educación para solicitar la legalización de títulos y notas que les facilita estudiar o revalidar en el exterior, gentío que abarrotaba el ministerio y por lo cual, seguramente, lanzaron la medida de eliminar el trámite.

Por su parte, el diputado y ex comisionado presidencial de la Reforma Policial, Freddy Bernal, acudió a la Comisión de Política Interior de la Asamblea Nacional para respaldar la Operación Liberación del Pueblo ( cuyo nombre permite inferir que hasta ahora, el pueblo ha estado preso) y proponer que algunas leyes se modifiquen para ser más severas en algunas penas. Obvio intento por combatir la inseguridad porque es uno de los problemas que aparece de primero en las encuestas y que ha hundido al gobierno en las catacumbas de la popularidad en la que hoy se encuentra.

Al infinito podrían llegar los ejemplos de cómo el gobierno actuará para remendar todos los capotes desde hoy a diciembre. Pero sin una brújula que funcione, sin todo el dinero del cual se ufanaban derrochar para barrer en las elecciones, sin liderazgos que provoquen empatía en el elector y con un David enfrente que, desde ayer, afinó más aún su puntería, el chavismo tendrá que fabricarse una épica distinta para poder repetir sus diputados en la Asamblea. Y todo esto sin contar con que ya ni siquiera pueden recurrir a Raúl Castro para que les aconseje, convertido como está hoy, en el peor de los asesores para ese grupo de sobrevivientes del marxismo que nos ha estado gobernando sin dar pie con bola, hasta que, como en casos similares, han tenido que aterrizar de golpe en el siglo 21 y darse cuenta que, desde siempre, estaban equivocados.

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