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Daddy Rocks

Una buena melodía, si es pegadiza mejor, un estribillo contundente, un ritmo fácil de seguir con el pie, y una letra sencilla pero irónica, en la que estalle la furia de la adolescencia pérdida. Estos son algunos de los ingredientes básicos del pop. Y Daddy Rocks los conocen muy bien. Una buena melodía, si es pegadiza mejor, un estribillo contundente, un ritmo fácil de seguir con el pie, y una letra sencilla pero irónica, en la que estalle la furia de la adolescencia pérdida. Estos son algunos de los ingredientes básicos del pop. Y Daddy Rocks los conocen muy bien.

A la altura de su tercer disco ‘Epoca de Brujas’, el dúo por Jota y Kimi Neptune son probablemente la continuación más genuina que podríamos encontrar en el siglo XXI de aquella mítica Nueva Ola, que engendró Madrid en la década de los Ochenta del pasado siglo.

Poco importa que Jota y Kimi hagan su música en el Buenos Aires de hoy. Los ecos de los mejores hallazgos de la primera formación de Radio Futura, Alaska y los Pegamoides o los Zombies pueden escucharse perfectamente en el universo sonoro de este par artistas.

Pero no se trata de que lo suyo sea un puro ‘revival’. Es más bien la nueva manifestación de una tendencia que terminó abruptamente sin tener las consecuencias ni la continuidad que merecía. Y tal vez, Daddy Rocks, con su maravillosa juventud, ni siquiera sean conscientes de lo que, en realidad, representan.

Sí amigos. Hay un camino para el pop cantado en castellano a cualquier lado del Atlántico, que no pasa necesariamente por la mezcla entre la electrónica y los ritmos rurales. Es rabiosamente urbano, bailable y ancestral.

También es inteligente. Y es divertido. Y es necesario. Los Daddy Rocks han empezado a recorrerlo en su último álbum y desde aquí nos congratulamos de que todavía queden valientes capaces de adentrarse en el proceloso mundo del pop de calidad. Nada más ni nada menos que eso.

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