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Funambulista

Queda claro, Diego Cantero y su banda, Funambulista, están muy cerca del triunfo masivo, tras haber recorrido el largo camino que separa los pequeños conciertos en clubs, como el mítico Libertad 8, del escenario de La Riviera, un gran local madrileño, donde convocó a más de 1.000 personas. Queda claro, Diego Cantero y su banda, Funambulista, están muy cerca del triunfo masivo, tras haber recorrido el largo camino que separa los pequeños conciertos en clubs, como el mítico Libertad 8, del escenario de La Riviera, un gran local madrileño, donde actuó recientemente acompañado por más de 1.000 personas.

El pop suave y melódico de este artista murciano parece haber llegado por fin a su destino natural, las gargantas de esos seguidores -seguidoras, más bien-, seducidos por los mensajes de unas canciones que consideran suyas y que son capaces de corear, nota por nota y sílaba por sílaba.

Esta era la deseada guinda de un pastel, el de la gira de presentación de ‘Quédate’, su nuevo disco, que parece haber confirmado a este cantante y autor como una voz a tener en cuenta entre ese grupo de artistas que ha renovado y vuelto a llevar al éxito a la canción romántica de toda la vida.

Ya saben, ese estilo ancestral, a veces denostado, pero otras disfrutado en soledad, casi como una suerte de placer culpable, que no suele gozar del favor de los críticos pero que demuestra su vigencia generación tras generación al instalarse una y otra vez en el corazón sincero de las y los fans.

A Cantero se le veía feliz, acompañada por una banda solvente, entre cuyos músicos destaca Alejandro Martínez, un teclista versátil con carrera en solitario propia. Y también rodeado de buenos amigos que comparten estilo con él. Solistas atribulados de verbo dulce como Marwan o Luis Ramiro y mujeres de armas tomar como Mary Rozalén. Además, estuvo Jorge Ruiz, el jefe de Maldita Nerea, con quien Diego ha compartido giras.

El sonido, cosa rara en este local, estuvo a la altura de la fiesta. Y el público, juvenil y lleno de energía, se divirtió plenamente, bailó, gimoteó, cantó hasta casi enronquecer y, en definitiva, le sacó partido al precio de la entrada y, probablemente, disfrutó de la noche tanto como el propio artista.

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