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Rocío Márquez

Rocío Márquez

Digna sucesora de las más grandes, desde La Niña de los Peines a Carmen Linares, Rocío Márquez es una cantaora de fuste que asegura el futuro del arte flamenco en este siglo XXI que anda ahora por su segunda década. Moderna, como ninguna, Rocío, sin embargo, no quiere olvidarse nunca de los maestros que la precedieron. Digna sucesora de las más grandes, desde La Niña de los Peines a Carmen Linares, Rocío Márquez es una cantaora de fuste que asegura el futuro del arte flamenco en este siglo XXI que anda ahora por su segunda década. Moderna, como ninguna, Rocío, sin embargo, no quiere olvidarse nunca de los maestros que la precedieron.

Y eso, aunque, su forma de entender el cante no siempre sea comprendida por esos inalterables puristas que, sea cuál sea la época, están ahí para amargarles la vida a los innovadores. A aquellos que, como decía Enrique Morente, entienden que para respetar la tradición y mantenerla viva no hay más remedio que traicionarla, aunque sea un poquito.

En cualquier caso, Rocío sigue su propio camino sin miedo al “qué dirán”. Y no hay mejor demostración de su gran personalidad que su último trabajo, titulado ‘El Niño’, en el que rinde homenaje a Pepe Marchena, el maestro del sombrero cordobés y la voz de terciopelo. =tro personalísimo artista flamenco, últimamente demasiado olvidado.

Seguro que Marchena, que nunca tuvo miedo a mezclar “su arte” con las últimas innovaciones instrumentales o tecnológicas disponibles, ni a recitar como un rapsoda o perderse por los caminos de la copla, le encantaría este disco. Y habría aprobado convenientemente la elección de Raúl Rodríguez ‘Refree’ como productor.

Artista de Huelva, nacida a mediados de la década de los ochenta, estudiosa y estudiante, Márquez que obtuvo al inicio de su carrera una Lámpara Minera del Festival del Cante de las Minas de la Unión, forma parte de ese grupo nuevo de jóvenes ‘cantaoras’ que en los últimos años han venido a revolucionarlo todo.

Ellas, y algún otro, pueden realizar el necesario milagro de volver a convertir en popular esta música, desde el rigor y la innovación. Y, con suerte, el arte puro y convenientemente evolucionado que defienden, limpie el aire de la plaga de ‘flamenkitos’ que nos ha invadido en los últimos años. ¿Por qué conformarse con el sucedáneo si uno tiene a su alcance el original?

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