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EL NUEVO MODO

¡Retomo!

Retomo en esta columna dos temas relacionados: Transición a la Democracia y Economía Transicional. Temas ya tratados en ella e importantes para la Venezuela que vendrá, pero diferidos por la estulticia de la mayor parte de su actual clase política democrática. Retomo en esta columna dos temas relacionados: Transición a la Democracia y Economía Transicional. Temas ya tratados en ella e importantes para la Venezuela que vendrá, pero diferidos por la estulticia de la mayor parte de su actual clase política democrática.

Lo digo porque hago el retorno con un mal sabor en la boca. Ahora, más que nunca, el importantísimo tema de la Transición a la Democracia –así es como se debería referir- se encuentra confinado en el oscuro rincón de la ignorancia de quienes lo invocan. Venezuela no abandona la banalidad.

La transición –así es como la llama la mayoría de sus “tratadistas”- se asume como cualquier cambio, incluso meramente procedimental, formal o reglamentario. Se le despoja de su profundo significado de cambio radical de régimen. Que es lo que necesita el país.

De igual forma, he dedicado casi todo el último año a temas de la política económica, con reconocimiento –que para mí no es lo interesante- de algunos pares o interesados; sobre todo, foráneos, pero con nula o mínima incidencia en la discusión política nacional o la toma de decisiones en el campo.

Hoy, el país se mueve en las tenebrosas aguas de un gravísimo problema económico y no ha habido –como hemos procurado por esta vía- el necesario acuerdo sobre un diagnóstico asertivo de su situación, ni un apropiado diseño de la política económica necesaria.

La Transición a la Democracia debería ser la metáfora principal de la política democrática venezolana. Y la política económica, el principal problema en la comprometida situación actual. Y no son observables ni lo uno, ni lo otro.

Revísese si la presunta coalición opositora ha incorporado el primer concepto a su discurso. Y no, no lo ha hecho. Y en algunas referencias personales a la “transición”, no solo se le banaliza, sino que se le pervierte.

Revísese si esa misma formación ha hecho explícito un diagnóstico o un programa o ha fijado posición sobre la comprometida macroeconomía actual y sus vías de solución. Y no, tampoco lo ha hecho. Y lo mismo puede decirse de otras iniciativas o liderazgos opositores.

El panorama, en mi apreciación, es desolador. Frente a la peor conducción política y económica imaginable en más de un siglo, el país no cuenta con el tanque de análisis, pensamiento y acción que pueda ser su medio de contención.

En lo personal, los esfuerzos de análisis de problemas y formulación de opciones de solución, entendidos como insumos para una política, incluido el tema de la organización para la acción frente al neototalitarismo imperante, hoy me parecen inútiles. Lo digo desde la exigencia de impacto, no de su validez.

Con todo lo anterior, lo que quiero decir es que en la Venezuela actual son inútiles los esfuerzos de contribución profesional a la lucha democrática. Porque no hay tal lucha. El electoralismo imperante requiere adeptos y beneficiarios, no analistas. No solo no los requiere, sino que molestan. Molestamos, tengo que decir.

La política democrática actual es el mundo de los encuestadores, encuestólogos, opinadores de oficio –mejor si asexuados-, organizadores de movilizaciones, fanfarrias y otros afeites de lo electoral, expertos en padrones electorales, operativos logísticos y otros, etc. Las ideas-fuerza, el análisis situacional y los escenarios macro, las grandes opciones nacionales en las diversas esferas,… ¡que esperen!

En mi caso, declaro mi alejamiento de ese accionar. No ha sido mi experiencia, ni estoy interesado en asumirla. Y no por declaración cargada de presunción, sino por convicción, también declaro mi dedicación, a partir de ahora, a la elaboración del conjunto de ideas que –consideradas o no por la actual clase política democrática- sean la decantación y destilación del tan necesario nuevo ideario nacional.

Replanteo la agenda editorial y paso de la hojarasca del día a día al análisis de su sentido y razón; a la comprensión, más que el análisis, del follaje y su sustrato y a la exploración de los modos de recomposición de ese sustrato. Venezuela no solo está extraviada, sino que no saber cómo reencontrar su vía a la realización. Tanta banalidad algún día iba a pasar su factura.

Por lo pronto, voy a ocuparme den los dos temas mencionados en el primer párrafo. Venezuela necesita reconocer y asumir las preocupaciones transitológicas. Asumo un nuevo nivel, adicional a las llamadas “Tesis Avanzadas”, expuestas en esta columna entre marzo y junio del 2012. De igual forma, trajinar el duro campo de la Economía Transicional, también expuesto un tanto desordenadamente en estas líneas en varios momentos.

Apunto al menos a un libro, revistas especializadas, eventos, tanques de pensamiento, etc. Es más disposición que esperanza. Venezuela está extraviada.

* Santiago José Guevara García

[email protected] / @SJGuevaraG1

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