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Santiago Campillo

Casi como hizo Eric Clapton con los Yarbirds, un día, en pleno torbellino del éxito, el guitarrista murciano Santiago Campillo se largó de M Clan, que se habían convertido en un grupo demasiado ‘pop’ para su gusto y siguió su propio camino. Casi como Eric Clapton con los Yarbirds, un día, en pleno torbellino del éxito, el guitarrista murciano Santiago Campillo se largó de M Clan, que se habían convertido en un grupo demasiado ‘pop’ para su gusto y siguió su propio camino.

Desde entonces, este músico excepcional ha vivido una segunda juventud lejos de los focos, los escenarios multitudinarios, las televisiones y las radios, pero igualmente creativa e interesante, al menos, desde el punto de vista de los fanáticos del blues.

Ya sea al frente de su Electric Band, en compañía del bajista Pepe Bao o de la vocalista Yolanda Jiménez, otra aguerrida militante de la causa al frente de sus Violante Blues, Campillo se prodiga por los clubes de toda España, graba discos periódicamente y sigue en la brecha.

En verdad, hay pocos guitarristas en España, y quizá en el mundo, con un sonido tan particular y potente y una forma de abordar estas músicas ancestrales, cocinadas en EEUU durante los primeros compases del Siglo XX, con tanta capacidad como él.

Si acaso, algunos otros ‘sospechosos habituales’ como Javier Vargas, Tonky De la Peña o Francisco Simón, que forman con Campillo el verdadero póker de ases español del estilo, en su vertiente más eléctrica y cañera.

Aunque Campillo une a su conocimiento del blues tradicional, un cierto aire del viejo rock sureño de los setenta que le hace surgir como una especie de primo lejano de la segunda generación de guitarristas de aquella región en la que militan, por ejemplo, Derek Trucks y Warren Haynes, los nuevos encargados de las seis cuerdas de The Allman Brothers Band.

Quien lo desee tendrá la posibilidad de acercarse a unos de sus próximos conciertos en Madrid que tendrán lugar en el Bogui Jazz, en un formato algo más sosegado de lo habitual en él.

Sea como sea, algo es seguro: la diversión está servida, al menos para todos aquellos que disfrutan con una buena ración de músicas de raíz negroide, convenientemente servida por un ‘cheff’ experto en la materia.

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