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¿Quién manda en Venezuela?

El cuadro político del país señala en una sola dirección: Maduro es un hombre de patas cortas Crisis política. Crisis económica. Esta combinación conduce a la pregunta formulada por Henrique Capriles Radonsky: ¿Cuánto tiempo se sostendrá Nicolás Maduro? La misma noche de los resultados, este parecía consciente de la situación al admitir la posibilidad de ir al recuento de los votos. Después cambió de idea. Aquí cabe otra interrogante, también formulada por el líder de la oposición: ¿Quién manda en el chavismo?

Cuando Chávez puso el testigo en manos de Maduro, aún pensaba que podía volver y si, en el peor de los casos, imposibilitado de seguir al frente del gobierno, al menos en capacidad de monitorear la sucesión. Chávez murió y con Maduro, el capital electoral se derrumbó. El encuestador prochavista, Oscar Schemel, señaló que la caída puede incluirse en los records de Guinness. El recuento de los votos servirá para determinar cuánto realmente cayó. Pues hay sobradas razones que conducen a pensar que Capriles ganó por una ventaja más amplia que la atribuida a Maduro.

El problema es que Maduro lo sabe. Y lo saben Diosdado Cabello, Jorge Rodríguez, Rafael Ramírez, Jorge Arreaza, Elías Jaua y José Vicente Rangel. Las cabezas del poder. Antes de ser el ungido, a Maduro se le conocía como un elemento componedor. Los años de canciller, algo más le habrán enseñado en el tira y encoge del poder. Dirigentes de la oposición que lo conocen de cerca, lo observan desdoblado, fingiendo, a veces, que es Chávez; a veces, que no es Maduro; y a veces vuelve ser él, o ninguna de las anteriores.

¿Dónde encontrar el origen de la mutación? No hay otra causa que lo explique: Maduro perdió las elecciones. Y los aliados lo hacen responsable de haber puesto en riesgo el poder del chavismo. En el mejor de los casos, se ha alzado con el gobierno, pero el poder luce frágil. Y ahora está obligado a representar un papel para el que no estaba advertido.

Diosdado Cabello cuya influencia es decisiva en al menos 15 gobernaciones, la fracción parlamentaria roja, la burocracia estatal, cuadros de mando en la Fuerza Armada y en buena parte de la dirigencia del PSUV, es señalado como factor clave en las decisiones de última hora. De allí la forma como ha cerrado el debate en la Asamblea Nacional. De discurso tosco, áspero, pero efectivo para los fines, ha negado el dedercho de palabra a los diputados de oposición que no reconozcan a Maduro como presidente. Dicho de otra manera: en Venezuela hay un parlamento que no es parlamento. El estilo de Cabello entraña un riesgo político. Pero, afirman sus amigos: es el único que puede asumir el riesgo, es el único con capital político suficiente para correr el riesgo. El resto, Maduro, Jaua, Arreaza, Ramírez, cada uno en solitario no cuenta con peso específico. Cabello en cambio sí. Vuelve a ser el poder detrás del trono. Pasó con Chávez y con Chávez cobró. Está pasando con Maduro, y va a cobrar, está cobrando.

De hecho, los puestos claves de la economía –sin meter PDVSA- y la política del nuevo gobierno, son gente de su confianza: Finanzas, Electricidad, banca pública. En efecto, cuando Merentes estaba execrado por Chávez por los rumores sobre su enriquecimiento a raíz de las notas estructuradas y otras ingenierías financieras, de Cabello y Jesse Chacón vino la propuesta para que Chávez lo designara en el BCV, luego de la muerte de Gastón Parra Luzardo, titular del emisor. Para Maduro, ha debido ser un trago amargo la designación de Merentes, pues él, junto a Darío Vivas y otros diputados en un pasado ya remoto, hicieron campaña para malponerlo con Chávez. Giordani no se diga. Le tiene ojeriza. Y de allí que Maduro ha optado por sostener a éste en Cordiplan y Giordani, a su vez, promueve a una de sus piezas a la presidencia del Banco Central, el cargo que deja Merentes. O sea, Merentes es el nuevo ministro de Finanzas, pero está rodeado.

El otro riesgo de Cabello es Miguel Rodríguez Torres. Es verdad que el general, ex-jefe del Sebin, cuenta con peso propio, pero nadie oculta que ambos son amigos y aliados desde la Academia Militar. En el Ministerio de Interior Justicia y Paz, Rodríguez Torres va encarar el tema de la inseguridad, la violencia y el narcotráfico. Es un reto de grandes proporciones. En ese cargo, han fracasado todos los antecesores. En su primera intervención pública, se mostró como un elemento sobrio, no como los ministros de la Defensa y el ministro de Transporte Acuático y Aéreo que, uniformados, se desgañitan con consignas y declaraciones partidistas.

La tragedia de Maduro es que sabiéndose en minoría, depende de Cabello para seguir sosteniéndose en el poder. En apariencia, luce atrapado en el odio que el presidente de la Asamblea profesa hacia Primero Justicia y sus líderes, Henrique Capriles y Julio Borges, y también hacia Leopoldo López, ex-dirigente de esta organización. Ya esto no es política. No la que aspira José Vicente Rangel, quien escribió sobre la necesidad del diálogo, aunque ello signifique “buscar con audacia a los interlocutores que, en mi opinión, existen”. Pero Cabello no arremete, señalan sus amigos, si no ha medido cada paso. El drama del analista es que puede escribir sobre lo que ve y escudriña, no sobre lo que está oculto.

No es Cabello, precisamente, el más interesado en que Capriles y Primero Justicia alcancen el poder. A Cabello le sobran aliados en factores del dinero y la empresa –viejos o nuevos- pero también abundan los adversarios dispuestos a tomar revancha. Adversarios fuera y dentro del PSUV. Fuera y dentro del gobierno. Cabello hoy esgrime la fortaleza de que el PSUV perdió menos votos que otros aliados partidistas. Estos aliados estaban más pegados a Jaua y Maduro y menos a Cabello, a quien adversan, pues lo ven como artífice del partido militar, estructura que no les hace gracia. En la Asamblea Nacional, Cabello detonó el debate político, a riesgo de cerrar todas las puertas del diálogo. ¿Le conviene? ¿Demuestra que está dispuesto a la confrontación en cualquier escenario? ¿De paso le confirma a Maduro lo tanto que depende de él?

En todo esto hay un detalle cierto. El resultado electoral confirma que divididos, el chavismo no supera la prueba. Unidos, han logrado sostenerse en el gobierno. Hasta ahora han sabido administrar la rivalidad interna. Pero el reto que se les viene encima es mayor. El coctel de la crisis política con crisis económica. Amigos empresarios de Cabello se atreven a lanzar el siguiente pronóstico. La crisis va a obligar a nuevas elecciones. Tal vez a un referendo revocatorio. El tiempo va en descuento.

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