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El nuevo modo

¿Error o intención?

Lo hemos dicho desde hace años. Pero, hay resistencia al diagnóstico: Venezuela no transita un camino democrático. No existe normalidad institucional, política ni social, mucho menos, económica. Está presente un inconveniente conflicto irresoluto, de altísimo costo social. Lo hemos dicho desde hace años. Pero, hay resistencia al diagnóstico: Venezuela no transita un camino democrático. No existe normalidad institucional, política ni social, mucho menos, económica. Está presente un inconveniente conflicto irresoluto, de altísimo costo social.

Lo trazado por el régimen es un intento espurio de sustituir lo que existía (fuere lo que fuere en términos de resultados, pero de lógica democrática) por un proyecto dictatorial carismático de nuevo cuño, de base militarista, práctica totalitaria, diseño comunistoide, control castrista y concesiones populistas. Un proyecto claro en sus propósitos. Pero que por su antagonismo pugnaz con lo existente, que se resiste, define un conflicto nacional complejo, difícil, avanzado y destino incierto.

Ha sido la valiente oposición desorganizada y dispersa de la sociedad de a pié-sin negar la participación partidista, pero no en términos decisivos-, lo que ha impedido la consumación del designio gubernamental. Son ya once años de gobierno chavista, nueve de ellos en una puja continua, con clara deriva de la gobernabilidad democrática y pérdidas importantes de oportunidades y resultados.

Pero no sólo eso. El proceso mismo del proyecto dictatorial se monta, camuflado, sobre el modelo cubano, de acuerdo al cual la fractura y aniquilamiento de la sociedad y el desmantelamiento y anulación de la economía son los arietes principales de la dominación buscada. No se gobierna para la sociedad o el bienestar, sino para un proyecto tiránico.

Venezuela ha ido accidentada, pero progresivamente, descapitalizándose socialmente y vaciándose económicamente.

Ni siquiera el electorado chavista y PDVSA, la otrora empresa petrolera mundial modelo, se han escapado. El análisis de esta situación es un tema especial de alto vuelo. Con implicaciones diversas. Más allá, tanto la política macroeconómica como las intervenciones microeconómicas apuntan a la dominación. Quien crea que el desmadre de los precios a cotas muy por encima de estándares establecidos y valores mundiales, es un desliz, está errado. El abatimiento generalizado del aparato productivo, tampoco lo es. Mucho menos, prueba de regulación o afán justiciero. La explicación es otra.

El proceso comienza a tocar terrenos, que sólo los distraídos –aunque sean la mayoría, incluso en el sistema político- podrán explicar con las razones esgrimidas por la voz oficial, incluido, en papel estelar, el propio Chávez. Nos referimos al tema del racionamiento que progresivamente, y de manera sibilina, se va inoculando a la conciencia y al día a día del venezolano.

Ya referimos aquí, hace un año más o menos, el corralito de dólares. Eso se ha intensificado, para consumidores y productores. Acaba de haberlo en bolívares, para los clientes de una cierta banca, amiga del régimen. Bienes de consumo diversos han estado sometidos al desabastecimiento.

Y ahora, por razones directamente ligadas a la acción (no dije omisión) oficial, se definen modos y niveles de racionamiento claramente intencionales. Nadie, en sano juicio, puede creerse el cuento chino de que el déficit eléctrico es por El Niño. Tampoco que los jerarcas gubernamentales no supieron que podría suceder. El cierre de muchas empresas básicas; la restricción sobre shopping centers; las restricciones a cines, panaderías, restaurantes, sitios de diversión nocturna, etc., son pasos claramente cubanizantes.

Todo, para que triunfe el mediocre caudillo. Triste destino el de Venezuela en tales manos. En todo lo que se pretende no hay error. Sólo mala intención. No sólo de Chávez, quien sólo es una pieza menor del diseño. El Foro de Sao Paulo no ha muerto. Brasil aún no sabe cuáles cartas se guarda Lula. Cuidado. Acaba de haber una finta. Fidel cree que morirá feliz.

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