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Brasil forma un frente común con China en su oposición al nombramiento de la candidata francesa al FMI

Pocas horas después de que un portavoz del Gobierno que lidera la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, reconociese a la agencia de noticias Bloomberg que la candidata europea tenía el beneplácito condicionado del país latinoamericano, los principales países emergentes, o BRIC (Brasil, Rusia, India y China), lanzaron un comunicado, que también contó con la firma de Sudáfrica, en el cual demandaban «la adecuada representación de los miembros de los mercados emergentes y países en desarrollo en la administración» del organismo. Pocas horas después de que un portavoz del Gobierno que lidera la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, reconociese a la agencia de noticias Bloomberg que la candidata europea tenía el beneplácito condicionado del país latinoamericano, los principales países emergentes, o BRIC (Brasil, Rusia, India y China), lanzaron un comunicado, que también contó con la firma de Sudáfrica, en el cual demandaban «la adecuada representación de los miembros de los mercados emergentes y países en desarrollo en la administración» del organismo.

Aunque la candidatura de Christine Lagarde, la ministra de Finanzas gala, cuenta con el apoyo de Washington, Bruselas y, por supuesto, París, su elección dista mucho de ser ya un hecho debido a la resistencia que a última hora de ayer presentaron las potencias emergentes de la mano de Brasil.

El apoyo inicial de Brasilia a Lagarde, y que estaba comprometido a que la ministra de Finanzas gala ocupase el puesto sólo el tiempo que le quedaba a Strauss-Kahn en el cargo (es decir, 19 meses) y no los cinco años que se establecen en un mandato oficial, se derrumbó poco después de que las potencias europeas se negasen a aceptar estos matices. Además, algunos analistas señalan que el discurso que pronunció el presidente de EEUU, Barack Obama, en Londres también pudo influir en el enfado de estos países.

Obama dijo durante su visita a la capital británica, y pocas horas antes de partir hacia Francia, en donde tiene lugar la cumbre del G-8, que el liderazgo occidental es más indispensable que nunca ante el momento crucial que vive la historia mundial tras una década difícil. El mandatario de EEUU rechazó la idea de que el ascenso de las naciones emergentes como China, India o Brasil suponga automáticamente un declive de la influencia occidental.

«Quizás se argumenta que esas naciones representan el futuro y que el momento de nuestro liderazgo ha pasado. Pero ese argumento es falso. La hora de nuestro liderazgo es ahora», dijo el dirigente de la primera economía del mundo ante líderes civiles, diputados y personalidades de la jerarquía eclesiástica y política de Gran Bretaña.

Hasta ahora no se cuestionaba el liderazgo de organismos de la talla del Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial o el Banco Central Europeo (BCE). Sus dirigentes eran elegidos entre las principales potencias del mundo, así siempre había un estadounidense, un francés, un alemán, un italiano o un británico al frente de las mismas. Tras la renuncia del director gerente del FMI, Dominique Strauss-Kahn, se ha abierto el debate sobre si los países emergentes deberían empezar a decidir y situar a figuras de su entorno en estas instituciones. Pero el G-7 parece reticente a ceder el mando.

Precisamente, durante el encuentro del G-8 se tiene previsto debatir la cuestión sobre el liderazgo al frente del FMI. Aunque en esta reunión se encuentra representada Rusia (no así en el G-7), la canciller alemana Angela Merkel ya advirtió hace unos días que no se designaría un candidato definitivo en este encuentro.

Por si acaso, el Ministerio de Exteriores de China ha emitido hoy un comunicado exigiendo que el debate debe ser una «negociación democrática» entre los miembros del G-20, para llegar a una «selección abierta, transparente y basada en los méritos», como parte de la reforma de las instituciones financieras internacionales. Asimismo dice que el organismo «debe representar más ampliamente a los países de mercado emergentes y reflejar los cambios en la economía global».

Los ojos de todos los analistas están puestos en China desde que la semana pasada Strauss-Kahn renunciase a su cargo desde la prisión de Rikers Island, a donde fue trasladado tras ser acusado de intento de violación a una camarera del hotel Sofitel, afincado en Nueva York.

El gigante asiático representa la voz más poderosa de entre las potencias emergentes, que han exigido un mayor protagonismo en el entramado financiero internacional. Por eso, aunque la tradición impuesta en el año 1945 establezca que el líder del FMI debe ser un europeo (mientras que el del Banco Mundial sea estadounidense), ahora países como México, Brasil, China o Turquía han exigido su derecho a entrar en estos cargos o, por lo menos, decidir quién entra en ellos.

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