Este bajo crecimiento refleja la falta de reformas estructurales que mantienen baja la productividad en un entorno global menos favorable, que ha generado fuertes presiones inflacionistas, un intenso endurecimiento monetario y un contexto de elevado riesgo político de sus principales economías que está frenando el consumo y la inversión. El conflicto entre Rusia y Ucrania ha agravado el problema de la inflación en la región. Los países del Caribe son los más vulnerables, ya que importan la mayor parte de la energía y los alimentos.
No puede descartarse que Chile entre en recesión en 2023. Pese a su buen comportamiento en 2021, la subida de tipos y la incertidumbre constitucional están frenando las inversiones y la actividad económica. Entre los otros grandes mercados de la región, el crecimiento en 2022 y 2023 será débil en Brasil (media anual del 1,2%) y más fuerte en Colombia (2,9%) y Perú (3,4%). La economía de México no volverá a niveles prepandémicos hasta 2023 y en el caso de Argentina será necesario aún más tiempo para la recuperación de la crisis financiera que afectó al país en 2018.
La vulnerabilidad al cambio climático se suma a los retos que afronta la región. Los fenómenos meteorológicos más extremos, como los huracanes, las inundaciones y las sequías, ya afectan a las infraestructuras, agricultura, turismo y generación de energía de la región. La región es pionera en la transición energética, con el mix eléctrico más limpio del mundo. Pero la transición energética de Latinoamérica, centrada principalmente en la energía hidráulica, está perdiendo impulso, ya que los países más grandes de la región están avanzando en la dirección contraria. La región necesita intensificar las inversiones en otras fuentes de energía verde, como la eólica y la solar, para lograr un nivel de emisiones neto cero en 2050 y evitar una trayectoria de crecimiento aún más débil.